lunes, julio 06, 2009

La Visita de Yanaka Majarash a los Infiernos

Padma Purana.
Phatalakhanda 18.31-37
Edición publicada por
Navabharat Publishers
Traducción al español:
Aniruddha Das

(Yanaka [Janaka] Majarash es el padre de Sita Devi y un devoto insigne del Señor Ramachandra. En el Srimad-Bhagavatam se dice que él uno de las máximas autoridades del universo en el tema de los principios religiosos. El siguiente relato de la visita que Yanaka Majarash hizo a los infiernos, ilustra la potencia sin par del Santo Nombre del Señor y de la asociación con personas santas de verdad, no de las que se proclaman tales. —A.d.)


Una vez el Señor Ananta Sesha narró la ocasión en que rey Yanaka visitó el reino de Yamarash. Tras una larga vida, Yanaka Majarash abandonó el cuerpo absorto en la práctica del yoga. Luego de que una aeronave divina decorada con muchas campanas descendiese a la Tierra, Yanaka Majarash lo abordó. Durante la travesía la aeronave pasó cerca del planeta regido por Yamarash, el Señor de la muerte. Allí millardos de pecadores estaban padeciendo sus respectivos castigos en innumerables tipos de infiernos.

Cuando la brisa que acarreaba el aroma del cuerpo de Yanaka fue aspirada por tales almas caídas en desgracia, su sufrimiento desapareció y súbitamente experimentaron una gran dicha. Entonces esas personas, oprimidas por el dolor que les causaba las reacciones de sus pecados y desesperadas de procurarse la asociación de Yanaka Majarash, estallaron en sollozos. De un modo sumamente lastimero le imploraron al rey Yanaka: “¡Oh, alma bendita!, por favor, …¡no te vayas! Nosotros, que estábamos sufriendo lo indecible, de inmediato nos llenamos de gozo tras inhalar la brisa que acarrea el aroma de tu cuerpo”.

Tras escuchar su pedido, el virtuosísimo rey, con el corazón inundado de compasión pensó dentro de sí: “Si tan solo por inhalar la brisa que ha rozado mi cuerpo le estoy llevando un poco de felicidad a los residentes de este lugar, entonces me quedaré aquí para siempre. …Esto es el cielo para mí.”

Una vez tomó la antedicha resolución, el rey se acomodó en la entrada del infierno. Momentos después, Yamarash, que inflige castigos horrorosos a los pecadores, llegó a la entrada principal de su reino. Allí encontró al ejecutor de actos piadosos, Yanaka Majarash, con el corazón inundado de compasión.

REY YANAKA EN UN SACRIFICIO, CON BRAHMANAS.

Con una sonrisa en los labios, Yamarash le dijo a Yanaka: “¡Oh, rey!, tú eres sarva-dharma-siromani, el diamante supremo entre los piadosos. ¿Por qué has venido a este lugar? Este sitio está reservado para pecadores malvados que causan daño a los demás. Personas que han realizado actos meritorios como tú, no vienen aquí. Aquí sólo vienen individuos que han engañado a los demás, así como aquellos que se dedican manipular a otras personas y hacerles creer en mentiras, o que se ingenian toda clase de maniobras para robarse el dinero y pertenencias de los demás. Así mismo, a este sitio viene el que deja a una esposa religiosa o casta que lo sirvió sin incurrir en falta alguna. Y aquel que, impelido por la codicia, engaña a sus amigos para hacerse de dinero, también tiene que venir aquí para que yo le inflija castigos de indescriptible severidad”.

EL SEÑOR RAMACHANDRA, SU HERMANO LAKSMANA Y SITA DEVI PARTEN AL EXILIO.

Yamarash dijo a continuación: “Esas personas que no evocan el recuerdo del Señor Ramachandra en sus mentes o mediante sus palabras o acciones, yo los lanzó al infierno y hago que los cuezan. Por el contrario, los que recuerdan con devoción pura al Señor de la diosa de la fortuna, se desembarazan de los sufrimientos de la existencia material y rápidamente son trasladados a Vaikuntha.

“Oh, sumamente inteligente rey, mis sirvientes, que no se atreven a tan siquiera posar su mirada en personas como tú, me traen a esos pecadores empedernidos. Por consiguiente, por favor abandona este lugar y continúa tu viaje, que te llevará a ese remanso donde se disfrutan innumerables placeres relacionados con el Señor Supremo. Aborda de nuevo el magnífico aeroplano, y ve a cosechar los frutos de todos los méritos religiosos que has acumulado”.

Tras escuchar las palabras de Yamarash, el rey Yanaka, con el corazón transido por la compasión, dijo lo siguiente: “Oh, señor, no deseo ir a Vaikuntha. La pena me lo impide. A pesar de que están confinados en este sitio, ellos han experimentado unos instantes de paz gracias a la brisa que rozó mi cuerpo. Si tú liberas a las personas que están viviendo en el infierno, entonces yo me llenaré de alegría y proseguiré mi marcha hacia Vaikuntha”.

Yamarash, contrariado por la resolución de Yanaka Majarash, empezó a señalar con el dedo a varios habitantes del infierno al tiempo que acusadoramente decía:


“Éste que ves allí sedujo y tuvo relaciones sexuales con la esposa de un amigo suyo que se la confió; por lo tanto, lo clavaré en una estaca de hierro al rojo vivo y lo freiré por millares de años. Una vez terminado dicho castigo, lo haré nacer como cerdo. Posteriormente nacerá como un ser humano, mas será un homosexual. Éste otro acá reiteradamente tuvo sexo con la mujer de otro hombre. Por lo tanto, lo asaré dentro de una caldera en el infierno de nombre raurava. Aquel que está allá se robó el dinero y las pertenencias de varias personas. Y sin conciencia alguna, se regocijaba al hacerlo, o por estar desconectado de sí mismo, no reparaba en sus fechorías. Por lo tanto, luego de cortarle ambas manos, haré que lo hiervan en una mezcla de sangre y pus. Y ese individuo que está acuclillado en aquella esquina, no le dio la bienvenida, si siquiera con palabras, a un huésped que le hizo una visita forzado por el hambre. Él será tirado en el infierno tamisra, donde llamas abrasadoras arden sin cesar. En dicho lugar, millares de avispas ígneas lo asediaran y picaran por un período de cien años.

ayam tavam parasyoccair nindam kurvanta lajjitah
ayam apyasrnot karnau prerayan bahusasta tam

“Este otro desvergonzado calumnió a viva voz a otra persona. Y el que está a su diestra, con mucho morbo e interés, secundó muchas veces tales críticas malintencionadas, sin darse a la tarea de comprobar si eran ciertas o no, sino que sólo fijándose en las apariencias o creyendo en rumores. Por lo tanto, ambos han caído en una profunda y oscura fosa”.


“Y ese personaje que ves allá tostándose en el infierno raurava, embaucó a uno de sus amigos. Luego de hacer que todos estos individuos paguen por sus pecados, los pondré en libertad. ¡Oh, Janaka!, el mejor de los hombres que han acumulado vastas cantidades de méritos religiosos, te lo pido de nuevo: por favor, ¡abandona este sitio!”.

Tras haber enumerado los respectivos pecados de cada una de las personas que señalo, Yamarash dejó de hablar. Con los ojos bañados en lágrimas, Yanaka, el excelso devoto del Señor Rama, le preguntó a Yamarash: “Dime por favor, en el menor plazo posible, ¿cómo pueden estos seres miserables librarse de los tormentos del infierno y volverse felices?”


Yamarash respondió: “Estas personas nunca han adorado ni al Señor Vishnu ni a Sus devotos. Y si lo han hecho, ha sido para satisfacer sus propios interese mezquinos. Nunca han escuchado con pureza las narraciones trascendentales que relatan los pasatiempos y actividades del Señor. En consecuencia, ¡¿cómo los puedo amnistiar y sacarlos del infierno?! …Con todo, ¡oh, rey bondadoso!, si ese es tú deseo, y a pesar de que son sumamente pecaminosos, entonces dales el siguiente mérito religioso que tú has logrado: En una ocasión, tras levantarle en la madrugada, con un corazón puro meditaste en el Señor Raghunath [Ramachandra], a Quien se Lo conoce como maha-papa-harabhidhah, el exterminador de los pecados más abominables. Dale a estas personas el magnífico premio al que te hiciste acreedor esa mañana cuando con el corazón puro cantaste: ‘¡Rama!, ¡Rama!’ Si los vuelves beneficiarios de dicho premio, entonces les condonaré sus penas y los dejaré en libertad en el acto”.

Apenas Yamarash terminó de pronunciar esas palabras, el excelso rey Yanaka regaló a los pecadores del infierno ese mérito que acumuló en la primera parte de su vida. Yanaka exclamó: “¡Que estas personas sean liberadas del infierno en virtud del mérito religioso que logré cuando adoré al Señor Raghunath mediante el canto de Sus santos nombres!”


Tan pronto como Yanaka Majarash pronunció esta bendición, las personas que vivían en el infierno y que sufrían lo indecible, se liberaron de inmediato de sus tormentos y, simultáneamente, adquirieron cuerpos divinos. Extasiados le dijeron al rey Yanaka: “Oh, rey, por tu gracia inconcebible, en menos de un instante no sólo nos libramos del infierno espantoso, sino que alcanzamos la posición más elevada: paraman padam”.

Al darse cuenta de que las ahora completamente refulgentes almas habían sido salvadas, la mente de Yanaka Majarash, que siempre anhela el bienestar de todos los seres vivientes, se llenó de satisfacción. Los otrora habitantes del infierno alabaron al insigne rey Yanaka, el repositorio de la compasión, y partieron con rumbo al mundo espiritual.

(Ilustraciones: Miniaturas del Ramayana comisionadas por el Emperador Akbar en 1582)

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