sábado, junio 20, 2009

¡Escucha, hombrecito! - 3


— IV —

"Te diré quién eres:

Sólo un pequeño detalle te diferencia de los hombres verdaderamente grandes: el hombre grande, en un momento de su vida, también fue un hombre muy pequeñito; sin embargo, desarrolló una habilidad muy importante: aprendió a identificar en dónde radicaba su pequeñez a la hora de pensar o de actuar. Sometido a la presión de ejecutar una tarea querida para él, empezó a comprender cada vez más y mejor que el estado de ánimo de sentirse amenazado, provenía de sus propias pequeñez e insignificancia. El hombre grande, por consiguiente, conoce cuándo y en qué situación es un hombrecito. El Hombrecito desconoce que es pequeño, y no sólo no quiere, sino teme saberlo. Él tapa su poquedad y estrechez mental con ilusiones de fuerza y grandeza. Está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí mismo. Admira el pensamiento que no tuvo, y no el pensamiento que se le vino a la cabeza. Entre menos comprende las cosas, más las cree totalmente convencido. Así mismo, no cree en la certeza de las ideas que entiende con mayor facilidad".


Los prabhucitos son exactamente como Reich describe. El párrafo anterior no requiere de mayor explicación. El punto central es que el prabhucito, a causa de su pereza mental, no le gusta penetrar en el interior de la persona para descubrirla. No tiene el valor de quitarle a los demás las máscaras que se ponen y examinar concienzudamente su carácter, para verlos tal y cual son. Él teme conocer a los demás porque teme conocerse a sí mismo. El conocer a los demás irremediablemente conlleva a conocernos a nosotros mismos, y para hacerlo uno tiene que ejercitar la facultad, dada por Dios, de pensar analíticamente. Por pensar que no tiene el derecho de juzgar a los demás, el prabhucito se desapodera. Se desapodera en el momento que evita esa responsabilidad. De un modo necio y simplista, concluye que lo único que tiene que hacer es tratar de mejorar en el plano personal. Piensa que su única tarea consiste en hurgarse a sí mismo, pero no le ocurre que quizás el que funge como su superior, sea el individuo al que hay que hurgarle sus motivos y su proceder. En ISKCON a esto se lo llama pensar racionalmente. Es impresionante la diversidad de maneras que los prabhucitos utilizan para desapoderarse a sí mismos.

— V —

"…paulatinamente y dando palos de ciego, descubrí qué es lo que te hace esclavo: ¡TÚ ERES EL PROMOTOR DE TU PROPIA ESCLAVITUD! Ninguno más. Nadie excepto tú tienes la responsabilidad de haberte impuesto ese estado de esclavitud.

Pero te quiero dar una buena noticia: ¡solamente tú puedes ser tu libertador!

Vacilé al escribir la anterior oración. Me preciaba de ser un guerrero por la causa de la pureza y la verdad. Pero ahora, cuando llegó el momento de escribir la verdad sobre ti, dudé, porque temo de ti y de la actitud que asumirás cuando te presenten la verdad. Decirte la verdad representa un peligro para la vida. Es cierto: la verdad también infunde vida, pero se convierte en el botín de cuanta pandilla se haya formado. Si lo anterior no fuera cierto, no serías lo que eres ni estarían donde estás.

Mi inteligencia me dice: “Di la verdad, ¡cueste lo que cueste!”. El Hombrecito que hay en mí me objeta: “Es estúpido exponerse al Hombrecito, ofrecerse al altar de su misericordia. El Hombrecito no desea escuchar la verdad sobre sí mismo. No quiere asir con su puño la gran responsabilidad que le pertenece. Él quiere seguir siendo un Hombrecito o a lo sumo, volverse un Gran hombrecito. Quiere volverse rico, el líder de una filial del partido, el comandante de una legión, o el secretario de la Asociación para la Abolición de los Vicios. No obstante, no quiere asumir la responsabilidad de su trabajo…"



A lo largo de la historia, hemos sido víctimas de la tiranía de los Hombrecitos, cuya mayor contribución es perseguir a los se atreven a decir la verdad. En innegable: desvelar la verdad acerca de ellos representa un peligro para la vida. Tan sólo analiza la mentalidad del que dictó la conferencia que se presentó en el capítulo anterior [Tamal Krsna Goswami]. Los Hombrecitos instintivamente quieren convertir a los demás en enanos mentales, como ellos. Ellos evitan con vehemencia andar por el camino menos transitado —el camino de asumir la responsabilidad de sí mismos— y creen, fervientemente, que todos los demás deben seguirlos, porque a los enanos mentales les fascina la compañía [Misery loves company]. No pueden permitir que ni siquiera la advertencia de un ángel los desilusione.

Por lo tanto, los Hombrecitos mataron a Sócrates por el delito de “corromper a la juventud”, o, en el léxico de ISKCON, por “perturbar la fe a los devotos”. Ellos mataron a Cristo, a Giordano Bruno y le sacaron los ojos a Kuresha [el discípulo predilecto de Ramanujacharya]. También trataron de eliminar a Srila Haridas Thakura, a Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati y a otros heraldos de la verdad. Posteriormente, los mismísimos Hombrecitos se ponen a glorificar a sus víctimas y los declaran grandes hombres. Acto seguido, los endiosan y se inventan cultos en sus nombres. Dile cualquier cosa a un Hombrecito, pero nunca le digas la verdad. Con todo, la ironía del caso, es que la verdad y solamente la verdad volverá libre al Hombrecito. Lo mismo ocurrirá con el prabhucito.

Los prabhucitos representan un peligro para la vida de los proclaman la verdad. La única fortuna de los prabhucitos es que los predicadores de la verdad están dispuestos a arriesgar sus vidas para salvarlos. La historia de la humanidad está teñida con la sangre de santos excelsos que los Hombrecitos persiguieron y luego elevaron a los altares. Por lo tanto, los heraldos de la verdad, tras evaluar la situación, afirman: “Si tan sólo una persona se vuelve un hombre intelectualmente independiente, he de considerar un éxito mi empresa. Es mejor una Luna que millones de pálidas estrellas”. ¡Qué difícil es la misión de un predicador de la verdad!

HOMBRE Y PORTAFOLIO DETIENEN EL AVANCE DE LOS TANQUES CHINOS DURANTE LA REPRESIÓN EN LA PLAZA TIANANMEN, JUNIO DE 1989.

Si entre billones de personas, tan siquiera una deja de ser un Hombrecito —o, en nuestro caso, deja de ser un prabhucito—, el predicador de la verdad se siente satisfecho. En ninguna otra empresa puede alguien asegurar que está satisfecho con un resultado tan minúsculo. En ISKCON se tiene la tendencia a identificar como Lunas a todos sus miembros, pero si estudiamos cuidadosamente los discursos y escritos de Srila Prabhupada, podremos percatarnos de que él guardaba la esperanza de que tan siquiera una Luna emergiera de entre la multitud de estrellas. Y, por supuesto, jamás se le cruzó por la mente que las lunas fuesen nominadas por decreto.

El hecho de que los predicadores de la verdad son invariablemente perseguidos por sus contemporáneos, no es motivo para que nos callemos y dejemos de anunciar la verdad. La verdad es el único antídoto contra la ilusión. Un difusor de la verdad tiene que creer firmemente en la declaración satyam eva jayate [“Solamente la verdad triunfa”. Mundaka Upanishad, 3.1.6]. Esta fe consiste en albergar siempre la convicción de que la verdad saldrá victoriosa en todas las circunstancias, no porque alguien la defiende, sino porque yo doy la cara por ella. [Ver Nota 1]. Y, ¿por qué he de defender la verdad! Porque medito en la verdad, satyam param dimahi [“Yo meditó en Él, pues Él es la Verdad Absoluta”. Srimad-Bhagavatam, 1.1.1]. Vivo por y para la verdad. Estoy consagrado a la verdad. Soy un servidor tenaz de la verdad.

1 comentario:

Ananda Prahlad dijo...

Complimenti, "escucha ombresito" e' un testo che ho molto apprezza to, sono sicuro che krisna vede nella parte piu' infinitesimale l'attitudine dell'anima spirituale. In quel momento le maschere dell'ego si sciolgono come cera nel fuoco.