sábado, junio 20, 2009

¡Escucha, hombrecito! - 2


(Seguramente ustedes conocen a Kurma Rupa Prabhu. Él es un discípulo de Srila Prabhupada de principios de los 1970s quien desde hace muchísimos años reside en India. Él es el director del proyecto "Care for Cows" en Vrindavan, dedicado a salvar y proteger a las vacas desamparadas de la zona.

Hablaba con él recientemente y me contaba algo sobre la génesis de los libros que escribió Kundali Prabhu, incluyendo el libro que contiene el capítulo
¡Escucha, hombrecito! Me dice que ambos vivían en Vrindavan en los 1990s, y allí llegaba mucha información sobre lo que pasba en Iskcon alrededor del mundo —caídas de los acharyas y gurus, proyectos que se colapsaban, el fanatismo de los nuevos discípulos manipulado a conveniencia de quienes ostentaban el poder, los pleitos y asesinatos, los despilfarros de los líderes con el dinero de la Sociedad, etc.

De allí le surgió a Kundali la idea de escribir para ayudar a poner todo este fenómeno en contexto. Kurma Rupa me contó sobre la intensidad y entusiasmo de Kundali para completar esta serie de libros. Desafortunadamente su distribución ha sido limitada, y además hasta el momento las traducciones del material al español han sido escasas. Esperamos publicar aquí el mayor número de traducciones de los escritos de Kundali.)

— III —

"...primero que todo, obsérvate a ti mismo. Mírate tal como eres. Oye lo que ninguno de tus Fuhrers o representantes se atreven a decirte:

¡Eres un hombre ordinario, …pequeño!

¡No!, …¡no te vayas corriendo. ¡Ten el coraje de observarte a ti mismo!

'¿Qué derecho tiene usted de decirme estas cosas?' Puedo ver cómo esta pregunta se dibuja en tu rostro aprehensivo, hombrecito. Tienes temor de verte a ti mismo; tienes temor de ser criticado, hombrecito, como lo tienes del poder que te prometen. No sabrás cómo usar ese poder. No te atreves a pensar que pudieras percibir a tu persona de otra manera: libre en vez de timorato; franco en vez de maquinador; una persona que ama deliberadamente y no alguien que actúa como un ladrón en la negrura de la noche. Te desprecias profundamente, hombrecito. Dices: '¿Quién soy yo como para tener mi propia opinión, para determinar el curso de mi propia vida y declarar que el mundo me pertenece?' Estás en lo correcto: ¿quién eres tú para decidir tu vida?"


Este es el retrato del hombre desapoderado. Un cero a la izquierda. Pero los prabhucitos piensan que esa es una condición natural para la persona consciente de Krishna. Ellos piensan que es el resultado normal de llevar a la práctica la enseñanza trinad api sunichena taror api sahishnuna... Pero no lo es. La psicología del prabhucito no es más que un disfrazado desprecio de sí mismo, sólo que racionalizado como la humilde actitud de un vaishnava manso. A decir verdad, la conciencia de Krishna lo infunde a uno de todas las aptitudes necesarias para encarar los desafíos de la vida. Esta es la lección que nos da Arjuna con su ejemplo. Conciencia significa vitalidad, un aguzado poder de percepción. Significa que uno no se siente desprovisto de poder, sino poderoso, en aras de Krishna.


Pero los prabhucitos lo tienen todo al revés. Ellos piensan que rendirse al Señor significa volverse cero, y que serán llevados al mundo espiritual tirados por la nariz. En realidad, dicho logro —alcanzar los pies de loto de Krishna— exige un arduo, tenaz esfuerzo para desembarazarse de la influencia de las tres modalidades de la naturaleza material. Por ende, Krishna dice que la discriminación sobre la base de las tres modalidades de la naturaleza es “la sabiduría suprema”. El Diccionario Conciso Oxford define sabiduría como “conocimiento sumado a la habilidad de aplicarlo crítica y prácticamente”. La inferencia es que tenemos que asumir una postura de responsabilidad plena para ejercer nuestra inteligencia en todos los asuntos y menesteres de la vida. A esto se lo denomina ver a través de los ojos de las Escrituras. Sin embargo, al presente evitamos a toda costa el trabajo de discriminar. Preferimos basar nuestra comprensión en la opinión popular, lo cual no es sustituto de ver a través de las Escrituras. Queremos una versión de conciencia de Krishna que nos evite el trabajo de pensar. En suma, queremos ser seguidores ciegos.

Otra manera de tratar de eludir el diligente esfuerzo que irrevocablemente nos impone la práctica de servicio devocional, es echar al hombro del guru todas las responsabilidades. En una ocasión, un nieto espiritual de Srila Prabhupada hizo una pregunta que resume el pensamiento de la mayoría de los devotos: “Si tú tienes un guru y te consta que él es un paramahamsa, ¿aún así tienes que hacer esto? [discriminar para determinar o no la veracidad, validez y corrección de las cosas].”

La pregunta conjuga a la perfección la mentalidad del prabhucito: “Si me rindo a alguien que asuma por mí todas las responsabilidades, de modo que yo sólo me dedique a cantar japa y comer prasadam, ¿qué hay de malo en ello?” En otra ocasión, ante una audiencia diferente, a un devoto se le salió la siguiente observación: “El énfasis que estás haciendo en toda esta responsabilidad es necesario sólo para las personas que no tienen un guru genuino. La mayoría de los devotos no entiende qué es guru-tattva. ¡Es un argumento vergonzoso! La inferencia es que si tú tienes un guru genuino, entonces la vida espiritual se torna fácil: ya no se requiere de esfuerzo alguno. Sin duda, éste es otro prabhucito. ¿Acaso Krishna peleó por Arjuna, o inspiró a éste a no hacerlo? Por otra parte, ¿no es este objetivo la función básica del guru; es decir, hacer que sus discípulos den lo mejor de sí?

En otra oportunidad recibí una carta que decía: “Tú propugnas emplear la inteligencia para volvernos conscientes de Krishna. Yo prefiero el sendero de escuchar el néctar de los pasatiempos del Señor”. Vaya, vaya, …¡como si hubiese dos senderos! A decir verdad, el acto de escuchar los pasatiempos requiere de inteligencia para comprenderlos en su correcta dimensión. Esta es la razón por la cual nuestros acaryas hayan escrito vastos y minuciosos comentarios. Estos prabhucitos no caen en la cuenta de que el gurú paramahamsa, si realmente lo es, les va a enseñar a volverse personas intelectualmente independientes. Dicho en otras palabras, tenemos de asumir la responsabilidad de volvernos asammoha [libres de la ilusión]. El guru nos enseña a volar; él no vuela por nosotros.

Y en lo que corresponde al prabhucito que escribió la carta en la dice preferir otro sendero, he de afirmar categóricamente que no tenemos dos senderos. Sólo tenemos un sendero: bhakti-marga. No obstante, las personas que caminan el sendero enfatizan diferentes aspectos del proceso global. Tenemos a los bhajananandis y a los ghosthyanandis. Ambos son genuinos. Con todo, los seguidores de Srila Rupa Goswami están conminados a volverse ghosthyanandis. Pero si alguien insiste en ser un bhajanandi, no tenemos el derecho de censurar a esa persona. De la misma manera, no podemos censurar a la persona que quiere convertirse en un ghosthyanandi y, de esa forma, cumplir cabalmente con el deber de un predicador, que es discriminar. Y discriminar obligadamente se traduce en darse a la tarea de analizar de forma continua tanto el mundo exterior como su mundo interior, para así tener el poder de diferenciar la realidad de la ilusión, y, por extensión, animar a los demás a que hagan lo mismo en la medida que se lo permitan sus propias capacidades.


Sin embargo, los prabhucitos quieren evitar volverse ghosthyanandis (¡demasiado trabajo!) y, simultáneamente, no asumen el serio compromiso de ser bhajanandis (de nuevo, ¡demasiado trabajo!). En vez de ello, so pretexto de absorberse en la audición de “los lilas nectáreos”, tratan de eludir la responsabilidad de reconocer por sí mismos la realidad y la ilusión. La sutil noción que subyace a la adopción de esta resolución es: “Me arrojaré de cabeza a la realidad, y de ese modo me zafaré de la ilusión”. Esta noción es una ilusión en sí misma. Es el modo “ayudante mágico” de practicar conciencia de Krishna. Ahora bien, los prabhucitos no quieren escuchar esta clase de exposiciones. No entienden que zafarse de las garras de la ilusión entraña la aplicación de un procedimiento científico. Simplistamente, lo prefieren hacer sólo mediante buenos deseos y ofrecimiento de oraciones.

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