domingo, junio 21, 2009

¡Escucha, hombrecito! - 5


— VI —

El hombre verdaderamente grande toma muy en serio tu libertad. A fin de implantarla de una manera práctica, tiene que rodearse de muchos hombrecitos, colaboradores y mandaderos, porque por sí mismo no puede ejecutar dicho trabajo monumental. Además, si no se hubiera rodeado de pequeñas grandes personas, tú no hubieses podido comprenderlo y lo habrías dejado tirado en la orilla del camino. Rodeado de tantas pequeñas grandes personas, él se hace del poder para ti, o de una fracción de la verdad, o de una nueva y mejor creencia. Él escribe evangelios, promulga leyes que validan tu libertad, etc., y cuenta con tu apoyo y seriedad. Él te saca de tu ciénaga amoral. A fin de mantener unidas al montón de pequeñas grandes personas; a fin de no perder tu confianza, el hombre verdaderamente grande tiene que perder un pedazo tras otro de su grandeza, la cual fue capaz de alcanzar en la más profunda soledad intelectual, muy lejos de ti y del bullicio cotidiano, pero, aún así, muy cerca de tu vida. A fin de ser capaz de dirigirte, tiene que tolerar que lo transformes en un dios barato e inaccesible. Tú no hubieses llegado a tenerle confianza si él se hubiera quedado como el hombre ordinario que era…

El párrafo anterior nos pone a reflexionar. Curiosamente, ese pasaje es un comentario directo a nuestra última iniciativa reformista [1983], y a cómo los prabhucitos volvieron un rotundo fracaso ese esfuerzo conjunto, que a la postre convirtió en prabhucitos —o sea, iguales a los que pretendían rectificar— a aquellos que lo lideraron. Uno incluso podría concluir —teniendo presente que el prabhucito, a semejanza de su contraparte materialista, el hombrecito— quiere seguir siendo un prabhucito o quiere volverse un pequeño Gran Prabhu. Él quiere volverse sannyasi o dirigir el ministerio de la orden de sannyasa o cualquier otro ministerio. O volverse GBC o guru o adoptar cualquier otro cargo importante. Y, por supuesto, todos los prabhucitos están subidos en el mismo bote.

¡Qué barbaridad!, los líderes de nuestro último movimiento reformista sucumbieron al señuelo de convertirse en dioses inaccesibles. Ellos no pudieron permitir el sacrificio de su grandeza.

El pasaje citado arriba explica el por qué Srila Prabhupada también tuvo que rodearse de pequeños Grandes Prabhus, de la misma manera que lo hicieron sus predecesores. Sin embargo, por ser extraordinariamente grandes, ellos no sucumbieron al círculo vicioso descrito aquí, de pasar de la condición de ser verdaderamente grandes a convertirse en prabhucitos, porque no permitieron que las masas adoradoras los transformarse en dioses inaccesibles. Los prabhucitos tienen la manía de endiosar al acarya, creyendo que ello es una muestra de su fervor devocional. A decir verdad, no es más que un mecanismo mental para anteponer un gran trecho de distancia entre ellos y el acarya, y así proclamar su impotencia: “Ninguno como Srila Prabhupada”. “Únicamente tú eres ese insigne Srila Prabhupada”. De esa manera, los prabhucitos se desapoderan para seguir los pasos del acarya, cuyo mensaje es: “Entended el principio del parampara y volveos como yo”. “Haced como yo he hecho”. “De tal palo, tal astilla” [en inglés: Like father, like son]. Pero no. Los prabhucitos quieren desapoderar a tantos como sea posible, porque el prabhucito quiere que lo acompañen en su miseria.

— VII —

De esta forma, mismo produces tu nuevo amo. Al ser promovido a la posición de nuevo maestro, el hombre grande pierde su grandeza porque su grandeza radica en su franqueza y honradez, en su sencillez, en su coraje, en su comunicación directa con la vida.

He aquí un punto crucial que los prabhucitos tienen que entender: nosotros creamos a nuestros amos y los encumbramos a unas alturas tan fantásticas, que pierden el contacto con la realidad. Luego tenemos que pagar por nuestra necedad cuando las cosas salen mal. El precio de nuestra aquiescencia es el mismo, siempre. Por una parte, algunos prabhucitos se resienten al percibir franqueza, sencillez y coraje. Tienen mil maneras de ocultar su duplicidad [def.: doblez, falsedad] y hacerla pasar como “amor por la armonía”, “unidad en la diversidad” y cosas por el estilo. En cualquiera de los casos, ellos pierden contacto con la realidad.

"EVITA PERSONAS FALSAS".

En 1996, durante la reunión anual del GBC que se celebraba en Mayapur, un devoto antiguo se acercó a mí y me dijo: “Leí tu libro, Nuestra Misión. Hiciste un buen trabajo porque pudiste articular lo que todos sentimos. He escuchado que por haberlo escrito, ahora te quieren echar a la hoguera”. A continuación, haciendo un gesto con la cara para indicar el edificio donde se estaban realizando las reuniones del GBC, dicho devoto me confidenció: “Nadie está más apartado de la realidad de lo que está sucediendo en este movimiento, que las personas que están reunidas allí en estos momentos, decidiendo cómo dirigirlo. Ellos están en un estado de ilusión mayor que el de cualquier otra persona”. Devotos curtidos saben bien que la anterior declaración no necesariamente proviene de un sentimiento de maldad o de envidia; apoyándose en sus vivencias, les consta que es simple y sencillamente la presentación de un hecho. No obstante, pocos pueden determinar su grado de participación en este desarrollo de eventos. Y menos aún los que pueden lidiar con tales hechos palpables. Pero los que quieren tomar la larga ruta panorámica, lo exaltan como una muestra de virtuoso vaishnavismo. Por su parte, Srila Bhaktisiddhanta Sarasvati nos advierte que evitemos a las personas falsas con el mismo cuidado que evitamos a las especies de animales con cuernos.

Creamos este cuadro enfermizo cuando, en nuestra prisa por procurarnos una vida espiritual cálida y sabrosa —hemos llegado a valorar más la comodidad y la seguridad que la verdad—, elevamos a nuestros amos al reino de la inaccesibilidad. Insistimos en eso para poder creer en ellos y respetarlos; sin embargo, por dicha adulación hemos tenido que pagar un precio muy alto. Ahora ellos no están en contacto con la realidad; se han distanciado de nosotros, pero están apegados a ser amos, razón por la cual se arrogan el derecho de imponernos su tiranía e irracionalidad. Los apoderamos para que actuaran de ese modo.

Hicimos lo mismo con el régimen de acaryas zonales. No fue su idea. Fue nuestra, en el sentido de que consentimos que dicho disparate ocurriese. Recuerda: los prabhucitos están desesperados de seguir siendo prabhucitos o de convertirse en pequeños Grandes Prabhus.

"PUES SÍ CHULIS, ME VOY A INICIAR CON FULANO GURUDEV, Y ÉL VA A GUIAR MI VIDA".

Queríamos eludir la responsabilidad que trae consigo el reclamar como propio el legado que nos dejó Srila Prabhupada. Queríamos que alguien se hiciera cargo de nosotros, y mientras esperábamos, nuestro pequeño Gran Prabhu aprovechó la oportunidad para volverse acarya zonal, un concepto absurdo que no tiene asideros en nuestra filosofía. Tuvimos una reforma, pero fue un engaño porque no produjo un cambio de actitud. En consecuencia, la misma atmósfera nada caritativa, opresiva, irracional, promotora del principio de “la fuerza colosal es lo ideal” que teníamos antes de la reforma, sigue vigente ahora. Nuestros pequeños Grandes Prabhus todavía siguen siendo nuestros líderes, y nosotros, los prabhucitos, seguimos siendo las ovejas.

Piensa en los devotos más autoritarios que conozcas en ISKCON. La mayoría probablemente tengamos a las mismas personas en mente, aunque no necesariamente estemos pensando en los mismos devotos. Ahora, imagínate tú diciéndoles a ellos, clara y firmemente, sin ambages ni temblores, que no aceptas su forma de proceder. Se los dices con toda la seriedad del caso. Y estás dispuesto de llegar al extremo de que si te agreden una vez más, harás todo lo que está dentro de tus capacidades para asegurarte de que ello no vuelva a ocurrir jamás.

Ahora, pondera lo siguiente: si hace muchos años te hubieses expresado de una manera tan clara, ¿crees que esas personas actualmente seguirían siendo tan autoritarias contigo? Quizás. Después de todo, los sueños de grandeza no se desvanecen con tanta facilidad. No obstante, ¿qué sucedería si varios hubiéramos hecho lo mismo, o sea, rehusarnos a consentir la postura autoritaria? De seguro, o las “autoridades” hubiesen enmendado sus errores y comenzar a caminar por el rumbo correcto, o, por el contrario, se habrían largado. En cualquiera de los casos, nuestro “modelo de sociedad positiva” [S.P.] estaría más cerca de estar materializándose.

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