lunes, octubre 31, 2011

Diario devocional No. 2

por Astika das

SOCIEDAD DE LADRONES

Fuera del tiempo que le dedico a la lectura de El Bhagavad-gita Tal Como Es, y algunos otros textos de mi maestro espiritual, A.C.Bhaktivedanta Swami Prabhupada, o a la hora y media o dos horas que diariamente me dedico a cantar el mahamantra Hare Krishna, casi me paso el resto del día atareado en asuntos materialistas que nada tienen que ver con la vida espiritual.

A las personas que, como yo, se dedican a la práctica de actividades materialistas, en el capítulo 8 de El Bhagavad-gita Tal Como Es, Alcanzando al Supremo, se les recomienda trabajar como los karmis ordinarios, pero ofrecerle el resultado de ese trabajo a Krishna. En realidad yo tampoco cumplo con esa disposición pues el resultado que me proporciona mi trabajo en vez de utilizarlo en el servicio del Señor Krishna lo destino a resolver mis asuntos familiares, tales como el pago de la renta, gastos por concepto de terapias, de chofer, de secretaria, de talleres mecánicos, de gasolina y de ropa. A final de cuentas al Señor Krishna no le queda casi nada de lo que gano con mis esfuerzos.

Los años que viví en los templos Hare Krishna, que en realidad fueron los mejores ocho años de mi vida, pues a pesar de que durante ese tiempo no percibía ningún sueldo y dormía en compañía de cuatro o cinco bhaktas en una habitación austera, por la mañana almorzaba opíparamente con los sankirtaneros. A estos les servían variadas y suculentas preparaciones y muchos chapatis, pues tenían que pasar la mayor parte del día distribuyendo los libros de SrIla Prabhupada en las bulliciosas calles del D.F. A mediodía la comida era algo frugal, y por la noche los inquilinos de Tiburcio Montiel no cenábamos, pues según las autoridades del templo uno debe almorzar como rey, comer como príncipe y cenar como mendigo, para mantenerse ágil y sano para servir al Señor Krishna.

Después del Sundara Aratika y de la clase de El Bhagavad-gita Tal como Es, el comandante del templo distribuía entre los bhaktas del templo un pocillo de leche caliente. Y a las 9 de la noche nos íbamos a la cama, lo cual es un decir pues en el templo no había camas y la mayoría de los bhaktas dormíamos en sleepeng-bags. Se distribuía el día como si fuera un sándwich; una tapa de ese sándwich era el programa devocional matutino; la otra tapa era el programa devocional vespertino; y durante el día, es decir el relleno, consistía en servicio devocional al Señor Krishna. O sea que toda mi energía estaba destinada a servir al Señor Krishna, y por lo tanto me resultaba relativamente fácil practicar bhakti yoga.

Ahora eso me resulta prácticamente imposible pues en Monterrey, que es donde actualmente vivo, hay muy pocos devotos y están dispersos en varias misiones, las cuales todas están peleadas entre sí. Me informaron que el lider del templo de ISKCON de Monterrey, un muchachito de veintitantos años, desconfía de los devotos viejos. Lo primero que pensé al escuchar tal cosa fue que Gadadhara Prabhu, pues así es como se llama el jovencito líder de ISKCON, no entiende que no somos el cuerpo, y que por lo tanto se equivoca en juzgar por su edad a las personas.

Pero ahondando en mis reflexiones llegué a la conclusión de que Gadhadhara tiene razón, pues su desconfianza no es debido a la edad física de los devotos sino a que los devotos más antiguos son los culpables de que el movimiento de Srila Prabhupada esté en completa bancarrota. Antiguamente los templos sí eran un oasis en medio del desierto materialista, que era lo que quería Srila Prabhupada. Pero en la actualidad los templos se han convertido en cotos de poder del guru en turno. Los discípulos de esos gurus se parcializan hacia sus gurus y rechazan a cualquiera que no coincida con él. Por lo tanto, actualmente es practicamente imposible que los devotos de un guru o una misión se asocien con los discípulos de otro guru u otra misión.

Consecuentemente no hay lugares donde uno pueda comer prasadam. En Monterrey hay un solo restaurante donde se vende prasadam, y por lo tanto no es prasadam porque el prasadam no se vende, se regala. Ese es el restaurante Dharma, el cual es regenteado por el devoto argentino Radha Raman. En dicho lugar el servicio, además de ser malísimo, es caro. Radha Raman no asiste a los programas devocionales; su único interés es ganar laksmi. La última vez que asistì a Dharma, muy orgulloso Radha Ramana me informó que está a un paso de conseguir sus papeles de mexicano. Me contó eso con la emoción de quien se estuviera convirtiendo en un ciudadano de Vaikuntha y no residente de una de las ciudades más peligrosas de la república mexicana. En Monterrey, los restaurantes vegetarianos son escasos y caros; por tal razón, practicar la vida espiritual en tales circunstancias en realidad es algo verdaderamente titánico.

HOMENAJE COMO COMERCIANTE DISTINGUIDO A MI CUÑADO

Yo soy el mayor de cinco hermanos. Curiosamente, yo soy el único en mi familia que no soy católico, que soy vegetariano, que me salí desde joven de la casa y me refugié en los pies de loto de Srila Prabhupada. Al principio mis coterráneos me veían como bicho raro, pues en Saltillo lo normal es que la gente salga de la ciudad, y después del algún tiempo vuelva con algún título de una universidad de la capital del país o de alguna universidad del extranjero, o por lo menos de la vecina ciudad de Monterrey.

En cambio, después de varios años de ausencia, para sorpresa de mi familia y de mis amistades, yo volví a Saltillo vestido con el atuendo típico de los brahmacaries: kurta y dhoti de color azafrán, sandalias de tela, pues en la cultura de la India se considera pecaminoso matar a la vaca para fabricar zapatos de cuero, en la frente lucía la V de Vishnu, estaba completamente rapado, y de la parte posterior del cabeza me colgaba una sikha, que significa rendición incondicional al guru.

Al verme vestido de tal forma, mis padres entraron en shock. Sabiendo que siempre he sido algo radical, mis padres debieron pensar que se trataba de otra moda, pues tiempo atrás también se habían impactado cuando me vieron entrar por la puerta de la casa vestido con la indumentaria típica de los jipis, y acompañado de una chava que en vez de cinturón utilizaba un mecate y traía varios símbolos de la paz pinturrajeados en los pantalones de mezclilla.

UNA FIESTA DONDE SE GLORIFICA A MAMON Y NO A DIOS

A pesar de que mi hermana sabe que soy Hare Krishna, y que por lo tanto no acostumbro asistir a las fiestas de los karmis, sabe que actualmente radico en Monterrey y me invitó a asistir a una fiesta organizada por la Càmara de Comercio de Saltillo en honor de tres renombrados comerciantes de la localidad, y entre ellos estaba mi cuñado Armando.

Cuando llame por teléfono a casa de mi hermana para confirmar mi asistencia a la fiesta de la Cámara de Comercio, contestó mi cuñado Armando, con quien tengo relaciones bastante tirantes. Le informé que muy probablemente asistiría a la reunión. Él respondió “es necesario que confirmes.” "Está bien, confirmo" –le respondì.

En seguida, en tono admonitorio, Armando añadió: “Es formal.” En principio su advertencia de que la reunión sería formal me pareció una fanfarronada de su parte. Pero luego de reflexionar por unos momentos, llegué a la conclusión de que en todos los grupos se siguen ciertas fórmulas de comportamiento. Por ejemplo, los Hare Krishnas en vez de papel sanitario utilizan agua para asearse la coliflor; toman el alimento con la mano derecha, sin utilizar cubiertos para comer.

De la misma manera que los Hare Krishnas siguen ciertas normas de urbanidad, eso mismo sucede en otras agrupaciones. Mentalmente repasé la talla de varios de mis amigos para pedirles un tacuche, pero decidí que ninguno tenía mi talla. Así es que tendría que asistir a Suburbia a comprar un tacuche barato para asistir a la ceremonia de glorificación, pero no de la glorificación del Señor Krishna sino la de mi cuñado Armando.

YO TAMBIEN SOY UN NINI

Aquí en México están de moda los "ninis". Son aquellos que ni estudian ni trabajan. Yo también soy una variante de los ninis. Aunque sí trabajo y sí estudio diariamente los libros de mi maestro espiritual Srila Prabhupada, ni soy un karmi como lo son los buenos karmis, ni soy un devoto que vaya a sorprender a nadie con su devoción.

En consecuencia, algunos de mis antiguos amigos se mostraron muy sorprendidos al verme llegar al evento vestido formalmente. Seguramente deben haber pensado que después de tantos años de vivir de desadaptado, primero de jipi y luego de Hare Krishna, por fin había recapacitado y regresaba al rebaño. Lo que ellos no saben es que Srila Sridhara Swami declara que el cambio no se debe de dar solamente en nuestra apariencia, sino que debemos sufrir una transformación interior.

Yo ya no era como ellos. A pesar de que externamente tenía la misma apariencia de ellos, ya no me sentía parte del juego que ellos jugaban. Acepté asistir al homenaje de mi cuñado porque mi hermana me lo pidió. Me invitó a pesar de que siempre hemos estado muy distanciados, pues ella no solamente es católica sino que es maestra de moral en las escuelas de los Legionarios de Cristo. Ella además se encarga de preparar para la primera comunión a los hijos de las familias màs acaudaladas de Saltillo.

Para la comunidad saltillense mi hermana es una verdadera santa. Estoy seguro que ella considera una mentira todo lo que se dice del padre Marcial Maciel, que son puros chismes inventados por gente mal intencionada como Carmen Aristegui. Ella es católica recalcitrante, y yo soy Hare Krishna; ella es carnívora y yo soy vegetariano. Pero a pesar de esas diferencias somos hermanos, y actualmente ella está pasando por un momento difícil. Primero le detectaron divertículos en el intestino, y a la pobre le tienen prohibido comer casi todo. De frutas solamente puede comer peras y manzanas, pero tienen que estar hervidas. Esos divertículos la enflacaron mucho.

Poco tiempo después me llamo desde una habitación de la clínica más lujosa de Saltillo que se llama Clìnica La Concepciòn. Le detectaron un cáncer maligno, y le tuvieron que extirpar un seno, y ponerle un catéter para trasmitirle radiaciones. Tan mal está ella de salud que cuando me llamó de la clínica en su habitación ya había un sacerdote católico preparándola para bien morir.

Fue en esa ocasión que por primera vez la escuché pronunciar la palabra Krishna. Ella me dijo: “Orale mucho a Krishna por mí.” La delicada situación de salud en que se haya mi hermana es lo que me hizo aceptar su invitación la fiesta en la que le entregaron a mi cuñado Armando una presea como el comerciante distinguido del año. Fue una fiesta en la que se glorifica al cuerpo y no al Señor Krishna, pero asistí para motivar a mi hermana y ver si pronuncia de nuevo el nombre de Krishna.

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