Los ascetas y los renunciantes son el tema de un ensayo escrito por un destacado investigador de El Colegio de México, y publicado en la revista Estudios de Asia y África de esa institución. Esta persona --cuyo nombre no incluyo en esta nota para no involucrarlo en la vorágine krishnaica, vía búsqueda Google-- es un indólogo muy acreditado en los círculos académicos internacionales. Él sabe quién fue Srila Prabhupada y conoce los vericuetos del Movimiento Hare Krishna desde hace mucho tiempo. Yo he tenido la oportunidad de asociarme con él en eventos y círculos de estudio, y su carácter y lucidez son evidentes. Es más, él personalmente me regaló una copia del ensayo aquí mencionado.
Prédica de Alto Nivel, en pantalones cortos.
Por otra parte, en El Tambor ya hicimos una reseña del accidentado viaje de Hridayananda a México en octubre de 2009. Él iba a ser la estrella del Rathayatra del D.F., aunque al final permaneció en su alojamiento presuntamente por un padecimiento intestinal.
--Con dinero y sin dinero, Hago siempre lo que quiero, Y mi palabra es la ley.
Y lo digo por una razón muy sencilla. Este indólogo no es nada tonto, y seguramente no quedaría apantallado por los desplantes y las disertaciones de Hridayananda. Él se fijaría de inmediato que Hridayananda se presenta ante el mundo como un "Goswami", que no es otra cosa que un sannyasi o renunciante. Sin embargo, probablemente hubiera visto a Hridayananda vestido de karmi, en un entorno mundano lejos del templo, y hasta echándose un palomazo con Maharsi. Y es muy factible que Hridayananda mostrara poco el ideal de renunciación que lo deberían caracterizar, y sobre lo cual este académico conoce lo suficiente.
Claro, ni siquiera se necesita ser un experto en sannyasis y renunciación para darse cuenta si alguien está manifestando esos ideales. Incluso cuando vemos a un religioso de otra denominación, digamos un cristiano, podemos de inmediato percibir si es vacuo, superficial y engreído, o si por el contrario vive el espíritu de su fe. Factores como el comportamiento, el discurso y el entorno de una persona bastan para determinar su conciencia. En el caso de un sannyasi, éstos deben corresponder precisamente a los de un sannyasi.
Con Hridayananda es fácil leer esas señales. Varias personas se han quejado conmigo de que sus disertaciones y conversaciones suenan muy mundanas, y que se rodea de un ambiente obviamente hedonista y comodón.
--Ahí les va una de los Beatles.
El investigador ya referido seguramente ha visto suficientes líderes espirituales que representan diversas corrientes religiosas de India, y le habrá tocado ver buenos y malos ejemplos de ellos. ¿Qué pensaría él de ver al sannyasi Hridayananda vestido de karmi, almorzar rodeado de lacayos, y tocar música karmi en el piano?
Para responder esta pregunta, primero debemos ver los conceptos que este investigador tiene sobre un sannyasi y un renunciante. Su multicitado ensayo contiene unos párrafos que nos ilustran el tema:
"Los ascetas representan hoy en la India una fuerza considerable como baluartes de la tradición. Llegan hasta los rincones más apartados del país y son para el pueblo el símbolo viviente de su religión, un recordatorio constante de la meta a la que aspira la vida humana, la liberación. De hecho, se ha afirmado que los ascetas son los creadores de valores en el hinduismo.
"Para Louis Dumont el renunciante, como él lo llama, el asceta o sannyasin, como se le conoce en la tradición brahmánica, es la única clase de persona que es individuo. Según esto, la organización social india es tan fuerte y abarca tantos aspectos de la vida, que suprime al individuo. La persona sólo existe como miembro o parte de esta u otra formación social; en sí mismo no cuenta para nada. Sólo el sannyasin, en cuanto ha renunciado a la sociedad, es individuo.
"En la antigua India se desarrolló un sistema de clasificación de los fines legítimos de la vida humana llamado trivarga, o las tres clases o grupos. Estos tres fines de la existencia son dharma, artha y kama, o la justicia y el deber religioso el primero, el provecho y el beneficio el segundo, y el placer el tercero. A estos tres, sin embargo, fue agregado un cuarto que no participa de la esencia de los primeros sino que es su negación total. Este cuarto fin es moksa, la liberación. Es esto lo que persigue el asceta. El hombre-en-el-mundo, como lo llama Dumont, cumple en su vida el tri-varga, pero se da cuenta, con el ejemplo del asceta, de que hay algo más allá de esa vida de placeres, ganancias y ritos religiosos.
--Como les decía, Krishna es Dios.
" '...es bien sabido que clásicamente quien busca la liberación deja el mundo y adopta un modo de vida totalmente diferente. Existe una institución samnyasa, el renunciamiento, de hecho un estado social al margen de la sociedad propiamente dicha. La tendencia ultramundana no flota solamente en el espíritu de las gentes del mundo, sino que está presente, encarnada, en la persona emancipada del renunciante, del samnyasin, con su bote de limosnas, su bastón y su vestido anaranjado. (Dumont, L. "El renunciamiento en las religiones de la India", apéndice B a Homo hierarchicus, Aguilar, Madrid, 1970, p. 340.)'
"El concepto de liberación implica el de prisión o atadura. Hay que, primero, reconocer el hecho, o la realidad de samsara, para en seguida buscar la liberación. Samsara significa movimiento incesante, cambio, es decir, la vida misma, pero no la vida que termina con la muerte, sino la vida que continúa para siempre en otros estados; '...la transmigración desemboca en la liberación... las dos nociones se determinan mutuamente y son inseparables'. (Dumont, ibid., p. 344.) Dumont da por supuesto que el renunciante es el único que efectivamente busca la liberación, o que, tal vez, la alcanzará. Una vez que acepta la calidad de la vida como atadura o encadenamiento eternos, entonces moksa se convierte en el fin supremo y el renunciante y los conceptos que él propone, atadura y liberación, se convierten en una parte del esquema social. Ésta es la postura de Dumont."
Luego de que nuestro investigador presenta al renunciante o sannyasin desde la perspectiva de las cuatro aspiraciones o fines en la vida, pasa él a ubicarlo en el contexto de las cuatro etapas de la vida (brahmacari, grhasta, vanaprastha y sannyasa).
Hay ciertas diferencias, pero mínimas, entre lo que este investigador presenta en su ensayo y lo que hemos aprendido de Srila Prabhupada. Por ejemplo en el vaisnavismo se habla de una quinta aspiración en la vida, prema, que va más allá de moksa. El investigador hace además una extensa disertación sobre si originalmente se consideraban tres las etapas de la vida, excluyendo sannyasa (cuya naturaleza estaba incluida en el concepto de vanaprastha).
--Pásenme el guacamole.
Lo importante aquí es que el investigador en cuestión sabe bien lo que debe ser un sannyasi, un renunciante, desde una amplia perspectiva histórica y por su propia familiaridad con la cultura de la India. Aunque en el vaisnavismo se aprovecha todo --tecnología, dinero, propiedades, relaciones personales, etc.-- en el servicio devocional (nirbandhah krsna-sambandhe), es fácil detectar cuando este concepto se vuelve una excusa para apartarse de la templanza natural del sannyasi y uno comienza a usar todo en su propio servicio.
Si repasamos las imágenes que acompañan a esta nota, correspondientes a la visita de Hridayananda a México en la que este investigador estaría presente, notaremos que distan mucho del aspecto personal que le corresponde a un sannyasi. Y esta distancia incrementa en forma exponencial si la comparamos con la imagen ejemplar de Srila Prabhupada, a quien Hridayananda alega representar. Formen entonces ustedes sus propias conclusiones.