... sentado a la puerta de su ermita, le dijo a un brahmacari que se acercó para ofrecerle reverencias: “Mi querido hijo, por favor escucha”. Y el sannyasin le dijo:
Las miles de estrellas del cielo apenas si alcanzarían, como la más débil lámpara, para iluminar la figura de Sri Krishna, el Señor Supremo.
Él ha enseñado al lirio a florecer, al agua a cantar, al fuego a alumbrar. Ha hilado la vestidura del día en su propio divino telar, y también la obscura vestidura de la noche. Él ha dispuesto también que todos lo caminos de este mundo tengan piedras y flores.
Porque si sólo de flores estuvieran conformados los caminos, nadie trascendería el camino. Fue necesario alternarlas, para que el hombre busque aquello que esta más allá de ambas.
Con la flor, Sri Krishna los incita a perseguir la belleza eterna, pero esa flor que los motiva a esa gran búsqueda, que sirve de acicate, debe ser efímera pues esta en la casa de Maya (la gran ilusión).
La piedra cumple su papel, haciendo que el hombre anhele el fin de esa senda, para no encontrarlas más a su paso. Alegrías y pesares, placeres y dolores. ¡He ahí la divina mezcla, he ahí el mágico filtro que convierte a enanos en gigantes, a peregrinos vagabundos en reyes de sí mismos!
Disgusta al hombre sabio la felicidad de este mundo, porque sabe que inexorablemente será seguida por el dolor. Ese tampoco lo turba en demasía, pues no ignora que aquella lo ha de seguir. Y así, viendo este juego de luces y de sombras en todas las cosas, aprende a diferenciarse de ellas bajo la guía de nuestro Señor Divino Sri Krishna.
¡Benditas sean las cunas y las tumbas!,
¡Benditos el bien y el mal!,
¡La sonrisa y el llanto!
¿No te das cuenta de lo que persiguen?
¿No ves lo que buscan con sus alocados vaivenes, con sus coqueteos con el hombre?
¡Buscan cansarlo, Oh discípulo!
¡Salid de nosotros!
Gritan a los oídos del alma
¡Buscad lo consistente, enamoraos de la perennidad que no podemos ofreceros!
Con sus danzas carnavalescas, con sus innumerables máscaras, con sus vestiduras de Ángeles y demonios, buscan humillarlo. El hombre es un rey, y nada hay peor para un rey que verse humillado.
Tan pronto coja en la cesta de su tiempo el fruto de la felicidad, tan pronto la mano del dolor se lo arrebata no ha terminado de llorar su ultima lagrima, cuando una nueva alegría ya amanece.
Nunca esta seguro, siempre vive incierto. Su esencia que es la eternidad, no se aviene con estas pendulaciones, y así termina maldiciendo la vida, maldiciendo la muerte, maldiciéndose a sí mismo, abrazado a un cósmico cansancio de ser juguete de las circunstancias.
¡Reíd, reíd!
Deteneos. Ahora,
¡Llorad, llorad!
Deteneos otra vez.
Ahora seréis amos.
¿Os gusta vuestro papel?
Entonces ahora pasareis a hacer esclavos y mendigos.
Nuestro Dios maravilloso espera con todo esto hacer comprender cual es el verdadero camino. Pocos lo comprenden.
Lo comprenden sólo aquellos que tienen despierto al rey en sus corazones, pues los reyes no nacieron para participar de estas danzas alocadas.
Los reyes son estáticos. El verdadero rey no gusta del movimiento. Además, tan sólo los reyes saben lo que significa haber perdido un reino.
Tal vez esa sea la causa por la que sólo ellos están dispuestos a abandonarlo todo para volver a conquistarlo.
Sus ojos saben diferenciar muy bien entre la corte y el mercado. En los mercados, a veces se venden tronos para reyes, pero el verdadero rey, no se adviene a su compra. Los tronos legítimos son de otra naturaleza, y sólo cuando se es rey puede entenderse en que se diferencian.
Los falsos reyes van detrás de los tronos de perlas y rubíes, poseen cortes de bayaderas, príncipes genuflexos e hipócritas que los alaban en todo momento, y habitan en grandes palacios de mármoles lujosamente trabajados.
También hay falsos reyes que se coronan a sí mismos llamándose humildes, visten de andrajos, comen en cuencos raídos, y duermen sobre jergones nauseabundos, en chozas de paja y lodo. Cualquier cosa serían capaces de hacer estos hipócritas por conservar sus mascaras de soberanos.
Mas los reyes apegados a la riqueza y estos otros fascinados por la miseria, han comprado su reino en la casa del tiempo, y este inexorablemente los triturará entre sus poderosas mandíbulas.
Los primeros tienen por amo al orgullo material. Los segundos al orgullo espiritual. Ambos son orgullo, y es una senda que lleva hacia la Tierra y no hacia la liberación espiritual.
Por eso te digo que despertar al verdadero rey en el corazón es el último tramo del camino, puedes despertar a la indiferencia por todo cuanto se haya manifestado. A esto nos lleva el Dios Supremo. Él sabe que en días por venir, todos los monarcas falsos en la tierra a solas se preguntarán:
Pero..
¿A que estamos jugando?
¿Qué es todo esto que nos rodea, qué es ese afán nuestro de gloria y honor?
¿No pasan glorias y honores?
¿Qué habrá detrás de esos telones suyos?.... –
Tímidamente al principio, con ansiedades después, tomarán el camino de la gran búsqueda… entonces, Krishna sonreirá esplendorosamente y abrirá sus brazos para que en ellos se refugien, aquellos que decidieron ser auténticos reyes de si mismos.
(Este texto lo envió Parvata Maharaja a El Tambor Rugiente. Él estuvo siguiendo la discusión que se daba sobre los estándares de sannyasi de Hridayananda, y consideró que el texto era apropiado para enriquecer esta discusión. El material proviene de una obra llamada "Satsanga: Cuentos de la India" publicada por la casa editorial argentina Hastinapura. En la foto aparece Parvata en 1974 cuando —todavía siendo el brahmacari Ram Govinda das— le traducía una clase en el templo de México al GBC Hridayananda das Goswami.)
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