Ascensión a los Altares - 1

Por Aniruddha Das

Bueno, parece que la historia inviablemente se repite y reproduce los mismos patrones. A decir verdad, es la expresión plena de la naturaleza humana; la pequeñez humana —el hombre con todos sus defectos y carencias— afanándose enajenada y/o pedantemente para validar tanto sus experiencias subjetivas como su entorno existencial. Indistintamente de cuán aborrecible, deshonesto, mentiroso, manipulador, malvado o hasta criminal haya sido una figura pública, el hombre común siempre lo venerará en agradecimiento de todos los favores que recibió del primero. La sinvergüenza figura pública puede que haya sido un tirano consumado, un engañador consuetudinario que pública o clandestinamente cometió toda clase de actos horrendos; sin embargo los seguidores ciegos siempre intentarán de “elevarlo a los altares”, usando la terminología católica de Nrisimhanada Prabhu (leer “Mith Creation Begun”, posteado el 19 de febrero último en el “Sampradaya Sun”).

Hace 7 ú 8 años miré una entrevista que Larry King le hizo a Victoria Gotti, la hija de John Gotti, el difunto líder de la célebremente famosa y brutal familia Gambino de la mafia, también conocido como “el don catrín” o “el don de teflón”. La entrevista se inició con una serie de preguntas triviales: cuáles eran las aficiones y fobias de Victoria, el estado de su matrimonio, número de hijos, y cómo le iba en su carrera de escritora. Luego King le preguntó sorpresivamente: “¿Cómo te sientes de ser la hija del gánster más famoso de los últimos tiempos?” Tras dibujar en su rostro una mezcla de enojo e incredulidad, Victoria le espetó en el acto: “¿¡De qué estás hablando!? ¿Cómo te atreves de hacer semejante afirmación? Mi padre es el hombre más maravilloso que he conocido. Me niego rotundamente a creer toda la basura que los medios de comunicación difunden sobre mi padre, basura que tú estás repitiendo ahora”. Seguidamente Victoria le clavó la mirada a King, que entonces se percató de que tenía que cambiar de tema, so pena de que la mujer se pusiera de pie y abandonara abruptamente el estudio de televisión.


Victoria mencionó durante el programa de una hora de televisión en vivo, cómo en la niñez y la juventud su papi la trató con amor y celo ejemplares. Ella dijo que John Gotti le costeó un estilo de vida digno de una princesa. Su padre la matriculó en las mejores escuelas; le compró costosas joyas y vestidos confeccionados por los diseñadores de mayor renombre, y una o dos veces al año la enviaba de vacaciones con todos los gastos pagados a Europa y los lugares más espectaculares del mundo. Para Victoria, …¡su padre era Dios!

Seguramente la mayoría de ustedes han oído hablar de Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante de origen colombiano que durante finales de los ochenta y principios de los noventa literalmente puso de rodillas a toda la población de ese país. Valiéndose de sobornos, extorsiones, asesinatos en gran escala y otras nefandas actividades delictivas, Escobar se las ingenió para crear una sofisticada red para trasiego ilegal de drogas —cocaína— de Colombia a los Estados Unidos. El se convirtió en toda una amenaza para este país.



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Tras establecer el infame cartel de Medellín, Escobar construyó luego un poderoso emporio internacional basado en el tráfico de drogas que le redituaba centenas de millones de dólares sucios, manchados de sangre inocente. En 1989 la revista Forbes lo describió como el séptimo hombre más adinerado del planeta. Y cuando las autoridades colombianas montaron un enorme dispositivo para desmantelar su organización criminal, Escobar Gaviria arremetió como un Atila despiadado que sin ningún cargo de conciencia mató a cuanto humano osara detenerlo a él, a sus esbirros o su “negocio”. Directa o indirectamente Escobar fue el responsable de masacrar decenas de millares de ciudadanos colombianos. Sólo en 1991 se le atribuyen 7.081 asesinatos. A menudo él ejecutaba personalmente a sus oponentes o detractores.

En lo tocante a la “magnanimidad” de Pablo Escobar, Wikipedia dice: “Si bien los gobiernos de Estados Unidos y Colombianos lo consideraban un enemigo público, Pablo Escobar fue un héroe para muchos en Medellín, especialmente entre los pobres. Escobar era un dechado natural de relaciones públicas y trabajó conscientemente para ganarse la buena voluntad de los indigentes de Colombia. Como toda la vida fue un aficionado a los deportes, destinó dinero no sólo para la construcción de estadios de fútbol y complejos multideportivos, sino que financió en su totalidad equipos de ligas menores de balompié.

“Escobar también ofrendó cantidades significativas de dinero para la edificación de muchos templos en Medellín, y con ello se ganó una buena imagen ante los ojos de la iglesia católica local. Con el fin de cultivar una imagen tipo “Robin Hood”, regularmente donaba dinero a los pobres a través de proyectos de construcción de viviendas y obras similares. De ese modo se granjeó una gran simpatía entre los sectores de escasos recursos. Los habitantes de Medellín con frecuencia ayudaban a Escobar facilitándole escondites. Así mismo, ocultaban información de sus andanzas a las autoridades o hacían todo lo posible para protegerlo”.

Incluso hoy día, bienquerientes y beneficiarios de la “misericordia” de Pablo Escobar se reúnen todos los años el día que éste fue ultimado a balazos por las fuerzas de seguridad de Colombia. Tras congregarse en el cementerio “Jardines Montesacro”, localizado en el barrio Itaguí de Medellín, se dedican a pronunciar discursos rimbombantes en los que exaltan la ejemplaridad de Escobar, así como las buenas obras que realizó en beneficio de los pobres y oprimidos.

La tumba de Pablo Escobar en Itaguí, Medellín. El epitafio reza: “Cuando veas a un hombre bueno, trata de imitarlo; cuando veas a un hombre malo, examínate a ti mismo”.

Sin entrar en pormenores, yo tuve varios encuentros y experiencias personales con Tamal Krishna, y para decirles la verdad sucintamente, el hombre me dejó sumamente decepcionado. Por supuesto, era una persona muy inteligente e indiscutiblemente ejecutó un servicio devocional digno de encomio durante el vapu de Srila Prabhupada, quien no sólo reconoció dicho servicio, sino que lo promovió y hasta lo volvió su asistente personal. Sin embargo, en mi opinión Tamal Krishna fue un insaciable buscador de poder, una jiva que jamás cejó en sus ansias de hacerse de nombre, gloria y adoración. Un manipulador de grueso calibre, como pocos vistos sobre la faz de la Tierra.

Hacia el final de 1998, cuatro años antes de la muerte prematura e inauspiciosa de Tamal Krishna, mi buen amigo Yadu me escribió una carta desde Sri Vrindavan Dham que decía: “Se puede dar la situación en la ves a un devoto levantarse todos los días del año a las 3:00 a.m., ducharse y vestirse como un perfecto vaisnava con dhoti, kurta y tilaka en su cuerpo. A continuación lo ves entrar en la sala del templo, cantar unas 8 rondas por espacio de una hora, y luego participar fervorosamente en mangala-aratik. Una vez terminada esta función, dicho devoto adora a Tulasi Devi y después canta diligentemente el resto de sus rondas durante el período de japa [de 5:15 a.m. a 6:30 a.m.]. Posteriormente dirige Guru-puja y atiende al recibimiento de las Deidades, “Govinda”. Acto seguido lo ves sentarse en frente o a un costado de los altares expuestos, y dar una impresionante clase del Srimad-Bhagavatam que ilustra citando de memoria slokas sánscritos, narrando historias puránicas y haciendo análisis e inferencias prodigiosas. Concluido el sadhana devocional matutino, ese devoto va a su despacho o puesto de trabajo y dedica el resto de la jornada diurna del día a planear, motivar a otros o ejecutar directamente una plétora de actividades que tienen como objetivo impulsar el movimiento de la conciencia de Krishna. Ya caída la noche lee con detenimiento el Caitanya-caritamrita o el Libro Krishna, y finalmente remata su día “bebiendo un vaso de leche caliente y comiendo dos puris” (comentario que Srila Prabhupada hizo a Citshukananda en Cuernavaca, México, en 1972). El devoto tantas veces mentado puede que haya hecho sin tacha toda esta rutina devocional por espacio de 30 años o más; sin embargo, …¡no es ni siquiera un uno por ciento consciente de Krishna! [El énfasis es mío. Estoy citando de memoria la carta de Yadu. Yo valoré tanto esa carta que la guardé en mi maletín de mano Halliburton, pero en 1999 ladrones irrumpieron en mi casa y se lo robaron]. La razón por la que este supuesto devoto no es consciente de Krishna en absoluto se debe a que está realizando todo el servicio devocional aludido única y exclusivamente (sin decírselo a nadie, manteniendo consciente o inconscientemente en secreto sus verdaderas intenciones) para su propio engrandecimiento personal; para promover la satisfacción de su particular agenda; para convertirse en el devoto más notorio y excelso”.

Yo ignoro qué porcentaje de conciencia de Krishna le atribuirías a Tamal Krishna. Si tú fuiste un beneficiario de sus actividades humanas, de sus favores —como en el caso de Bhakti Charu Swami—, me atrevo a decir que le vas a dar una nota alta. No obstante yo, así como otros centenares de millares de sadhakas, le adjudicamos un porcentaje muy bajo de genuina conciencia de Krishna. Y aquí no estoy hablando tonterías; me estoy refiriendo a hechos concretos.

En 2004 otro hermano espiritual me dijo en Sri Vrindavan que cuando en Malasia le hizo una pregunta a Tamal Krishna relacionada con su controversial participación en una serie de eventos deplorables, un impasible y orgulloso Tamal Krishna le respondió: “En mi libro documenté todos los apasiddhantas [desviaciones filósoficas; cismas] que han tenido lugar en ISKCON. …Y, ¡yo soy el responsable de haber introducido estos apasiddhantas!”


Cuando estás a punto de morir, si en vez de articular con sentimiento cualquiera de estas exclamaciones: “¡Krishna! ¡Chaitanya Mahaprabhu! ¡Srila Prabhupada, mi salvador!”, gritas: “¿¡Qué estás haciendo, estúpido!?, para mí eso es tener una conciencia de Krishna casi nula a pesar de los millones de libros de Srila Prabhupada que personalmente distribuiste o hiciste imprimir; a pesar del número de templos que abriste; a pesar de la elocuencia de tus clases; en fin, a pesar de todas tus reinvindicaciones de ser “un gran devoto” o “acharya”, tal como se jacta Hridayananda (profesor Howard Resnick, por favor), si bien desde hace muchos años perdió todo interés de cantar el número prescrito de rondas de los santos y dulces nombres de Krishna, y actualmente secunda el matrimonio entre homosexuales, e incluso, tristemente, minimiza y hasta cuestiona la postura que Srila Prabhupada —el Sampradaya-acharya— adoptó en diversos temas.