Algunos devotos creen que predicar consiste en repetir como perico lo que Srila Prabhupada nos enseñó, sin necesidad de entender lo que estamos parloteando. Por ejemplo, mi esposa --Bimala devi dasi-- siempre me atosiga con la siguiente cantaleta: “Ya dedíquese a predicar lo que le enseñó Srila Prabhupada, y deje de andar vendiendo arte, que es pura maya”. Lo que Bimala devi dasi ignora es que Srila Prabhupada rechaza que uno se vuelva sannyasi (un renunciante) de manera artificial, y pide que continuemos ejerciendo la actividad que nos corresponde como sudras, vaisyas, o lo que sea, y así alcanzar la purificación.
“¿De qué quieres que le hable a la gente? --por enésima vez le pregunto-- ¿De que no nos amamos? ¿De que vivimos separados no precisamente para practicar el celibato, sino debido a nuestras diferencias? ¿De que no coincidimos en las enseñanzas de nuestros respectivos maestros espirituales?”.
Repetir como perico es muy fácil. Uno puede predicar: “Sarva dharma parityaya” (“Abandona toda clase de religión y tan sólo ríndete a Mí”), sin entender su significado en nuestra vida diaria. Predicar no significa sentarse en la asana y parlotear ese verso del Bhagavad-gita, mientras que su comportamiento cotidiano está lleno de incongruencias.
PREDICAR EMPIEZA CON PRACTICAR
El predicar empieza con uno mismo. En mi caso significa --antes que nada-- mejorar diariamente el canto de las rondas, leer con más atención El Bhagavad-gita Tal Como Es, esforzarse por seguir los principios regulativos, ser honesto en el trabajo, relacionarme afablemente con los clientes, leer El Tambor Rugiente y hacer los comentarios pertinentes, y escribir sobre temas relacionados con el servicio devocional que sirvan para aclarar la mente de los devotos.
¿Qué le podemos a predicar al público si nuestro propio comportamiento es incongruente? Y eso es lo que me temo está ocurriendo con Bimala devi dasi. De acuerdo con las enseñanzas del Srimad Bhagavatam, la mujer debe ser casta y sumisa con su marido. Aunque mi esposa es casta, no es sumisa.
Aclaremos que no estoy invocando aquí el sentido de sumisión que prevalece en la India. Por ejemplo, hace varios años me hallaba en la terraza del templo de la Sri Caitanya Saraswath Math cuando se nos acercó un discípulo hindú de Srila Sridhara Swami. Visiblemente consternado nos relató que, durante el darshan, su guru había declarado que si el marido le pide a su esposa cocinarle carne, ella debe complacerlo porque su marido es su guru. También dijo que si el marido desea sexo, la esposa lo debe complacer.
Debemos considerar que Su Santidad Srila Sridhara Swami jamás salió de India. Por lo tanto, su audiencia estaba generalmente formada por devotos hindúes que mantienen esas costumbres locales matrimoniales. Por otra parte, Srila Prabhupada estaba educando a occidentales, quienes mantienen una mayor igualdad entre la mujer y el hombre. Por tal motivo, él no hablaba de una sumisión femenina como la de India, ni nosotros debemos explotar ese concepto de sumisión para intentar explotar a la mujer.
Lo que estoy tratando de explicar aquí es que para la mujer occidental no es fácil ni se espera que practique el tipo de sumisión al marido que se acostumbra en India. Sin embargo, sí debe haber una actitud elemental que solidaridad, respeto y compañerismo con el esposo para que la relación matrimonial tenga sentido. Esto hasta los karmis lo saben. Pero aunque Bimala me predica que me ponga a predicar, ella tiene una gran incongruencia en su papel de esposa, incluso cuando sirve a devotos mayores y hace programas devocionales.
Bimala devi dasi y yo llevamos casi 30 años de casados, y en todo ese tiempo nunca la he podido convencer de la necesidad de poner servilletas y salero en la mesa. Por esa razón, cuando almuerzo en algún restaurante --que lo hago muy a menudo por razones de trabajo-- y el mesero muy servicial me comenta: “Aquí, señor, usted comerá como en su casa”, yo, sorprendido, le respondo: “¡Por favor no la chingues, qué allí no hay ni saleros ni servilletas!”.
Lo más curioso es que cuando Vishnu Maharaj visita mi griha, entonces sí hay salero, sí hay servilletas, sí hay chapatis, sí hay salsa, sí hay guacamole, y a la 1 pm el banquete de prasadam está listo y todos se disponen a recitar el “Sarira avidya jal”.
En cambio, cuando sólo estoy yo --a pesar de que soy brahmana, discípulo de Srila Prabhupada, y quien paga por el mantenimiento de la casa-- pueden ser ya las 4 pm y en tono suplicante tengo que preguntarle a Bímala: “¿A qué hora estará listo el prasadam?”. A regañadientes ella me responderá: “Ya mero sale”. Ese ya mero puede significar 2 horas más, y cuando finalmente sale el prasadam de seguro no habrán servilletas ni salero en la mesa, y qué decir chapatis. A mí me fascinan los chapatis, pero estoy resignado a comerlos solamente cuando los grandes devotos visitan mi griha.
VISHNU SWAMI RECOMIENDA NO VISITAR RESTAURANTES
En la última visita de Vishnu Maharaja a México, durante una clase vespertina, dijo él que el devoto no debe comer bhoga, porque la comida que sirven en los restaurantes es asquerosa. Los devotos no respondieron ni pío, porque evidentemente ninguno de ellos frecuenta buenos restaurantes donde sirven excelentes ensaladas vegetarianas y otros platos que se benefician de un sincero “Sri Vishnu, Sri Vishnu, Sri Vishnu”.
El caso es que por esos días yo había almorzado en el restaurante paquistani Tandori, y mi opinión acerca de esa comida no coincidía para nada con la opinión del sannyasi. Yo le respondí que por razones de trabajo con frecuencia tenía que comer en restaurantes karmis pues --salvo por Govinda, el restaurante vegetariano de ISKCON-- no hay dónde comer prasadam. Los devotos consideraron impúdico que yo le mencionara esto al Maharaj. Para los devotos que frecuentan la griha de Durlabha Prabhu, ser sumiso implica ser un “agachado” y no discutir con los swamis, porque ellos son la autoridad. Pero Srila Prabhupada nunca nos enseñó a ser agachados, sino ser veraces, honestos y abiertos, cosa que desconoce la mayoría de quienes no son discípulos suyos.
Como decía, Bimala devi dasi no es muy sumisa. Sin embargo, en el pasado sí lo era. No practicaba esa sumisión estilo hindú ya referida, pero por lo menos me tenía cierto respeto y trataba de acatar mis indicaciones. Pero a partir de que publiqué El Tambor Batiente las cosas cambiaron. Lo más curioso es que al principio ella hasta me ayudó a distribuirlo en los templos y en los Ratha Yatras. Pero en cierta ocasión que yo andaba de viaje de negocios, unos devotos de ISKCON y de Vrinda visitaron mi griha y le lavaron el coco a mi esposa. Entre otras cosas le dijeron que era homosexual, que todo lo que escribía en El Tambor Batiente eran puras ofensas contra los vaisnavas, y que por esa razón yo y toda la familia nos iríamos al infierno. A partir de entonces ella cambió mucho.
Sin embargo, tengo que reconocer que, a pesar de estas desavenencias, veo que a otros devotos les está yendo peor. En una ocasión, en el asrama de Vrinda, en Vrindabana, India, yo me quejaba amargamente con Premananda das --no el de Guadalajara, México, sino uno de los principales líderes del movimiento Hare Krishna en España-- de mi relación con mi esposa. El me pidió que le explicara en detalle el caso. Cuando terminé mi explicación él me dijo: “¡Hermano, date de santos, tú estás en la gloria. Las devotas europeas, y específicamente las españolas, son horribles!” Y continuó: “Las europeas te quitan la griha, te quitan los hijos, y te bajan mensualmente US $ 500 para su manutención".
LA DEIDAD COMO TESTIGO DE MIS DIABLURAS
Aunque lo anterior es un consuelo, siempre sigo teniendo sorpresas debido a la falta de elemental solidaridad por parte de mi esposa. Recuerdo que en la víspera de uno de mis prolongados viajes de negocios, Bimala devi dasi me dijo: “Necesito hablar con usted.”
“Hablé” , le respondí yo.
“Pero aquí no”, dijo ella.
“Entonces, ¿dónde?”, intrigado pregunté.
“En el templo --dijo Bimala--, para que la Deidad sea testigo.”
Eso de hablar frente a la Deidad se me hace una total faramalla, pero accedí para complacer a mi esposa. Una vez que estuvimos frente a Sus Señorías Goura Nitai, Bimala devi dasi levantó del altar un adminículo de metal y, luciendo amenazante y con intenciones de exorcizarme, lo puso frente de mí mientras decía: “¡El péndulo dice que usted me engaña!”.
“¿Que yo la engaño? --pregunté desconcertado, y luego añadí-- ¿Y se puede saber con quién?”
“Sí” -respondió amenazante Bimala devi dasi- “Con Nrisimha Thirta.” (Ese es el devoto que en algunas ocasiones me ha acompañado de asistente en mis viajes de negocios, y quien e botaría de la risa si escuchara tales tonterías)
Y recuerdo otra instancia muy ilustrativa. Mi esposa inició, y mantuvo durante cerca de un año, un programa de distribución de prasadam. Para llevar a cabo este programa nunca me consultó nada. Por sus pistolas ella inició el programa. Naturalmente yo no me opuse. Al contrario, yo cooperaba con 500 pesos semanales. Al lado de la mesa en la que distribuía el prasad, ella colocaba una manta con el mahamantra y una tabla en la que se explicaba la diferencia entre los carnívoros y los vegetarianos. En esa tabla se explica que los animales carnívoros tienen garras, que sus intestinos son muy cortos, y que tienen caninos para rasgar. Pero, a pesar de que esa información era parte de la prédica, mi esposa no la pone en práctica en su vida personal.
EL ROCKY Y LA RASA DOS PERROS VEGETARIANOS
Contraviniendo la información de la tabla que ella misma está difundiendo sobre la diferencia entre carnívoros y vegetarianos, mi esposa siempre se opuso a alimentar con carne --ni siquiera croquetas-- al Rocky y la Rasa, los dos perros de la casa. Según ella, alimentar con carne a los perros fomenta la matanza de animales y eso es criminal. En realidad, Srila Prabhupada se oponía a la matanza sistemática, indiscriminada de animales. Pero en ninguno de sus libros se alude a perros vegetarianos.
En Janmastami el Rocky amaneció muerto. Yo todavía estaba acostado cuando Bimala devi dasi apareció en la puerta de mi habitación y me informó: “El Rocky dejó el cuerpo”. El Rocky ya estaba un poco viejo, pero no tanto, pues de acuerdo con los cálculos perrunos debía andar en los 70 años. La noche antes del Janmastami me encontré al Rocky echado en la puerta de la casa, rodeado de huesos, trapos y botes. Hedía a los mil demonios, una mezcla de azufre con huevo podrido. Mi vecino --Lucio-- me explicó que el Rocky probablemente se había tragado una rata envenenada. El muy pecaminoso no se conformó con la dieta vegetariana que le impuso Bimala, sino que en su instinto animal incluso se había devorado a la rata, y tuvo que sufrir ese karma.
“Sí” -respondió amenazante Bimala devi dasi- “Con Nrisimha Thirta.” (Ese es el devoto que en algunas ocasiones me ha acompañado de asistente en mis viajes de negocios, y quien e botaría de la risa si escuchara tales tonterías)
Y recuerdo otra instancia muy ilustrativa. Mi esposa inició, y mantuvo durante cerca de un año, un programa de distribución de prasadam. Para llevar a cabo este programa nunca me consultó nada. Por sus pistolas ella inició el programa. Naturalmente yo no me opuse. Al contrario, yo cooperaba con 500 pesos semanales. Al lado de la mesa en la que distribuía el prasad, ella colocaba una manta con el mahamantra y una tabla en la que se explicaba la diferencia entre los carnívoros y los vegetarianos. En esa tabla se explica que los animales carnívoros tienen garras, que sus intestinos son muy cortos, y que tienen caninos para rasgar. Pero, a pesar de que esa información era parte de la prédica, mi esposa no la pone en práctica en su vida personal.
EL ROCKY Y LA RASA DOS PERROS VEGETARIANOS
Contraviniendo la información de la tabla que ella misma está difundiendo sobre la diferencia entre carnívoros y vegetarianos, mi esposa siempre se opuso a alimentar con carne --ni siquiera croquetas-- al Rocky y la Rasa, los dos perros de la casa. Según ella, alimentar con carne a los perros fomenta la matanza de animales y eso es criminal. En realidad, Srila Prabhupada se oponía a la matanza sistemática, indiscriminada de animales. Pero en ninguno de sus libros se alude a perros vegetarianos.
En Janmastami el Rocky amaneció muerto. Yo todavía estaba acostado cuando Bimala devi dasi apareció en la puerta de mi habitación y me informó: “El Rocky dejó el cuerpo”. El Rocky ya estaba un poco viejo, pero no tanto, pues de acuerdo con los cálculos perrunos debía andar en los 70 años. La noche antes del Janmastami me encontré al Rocky echado en la puerta de la casa, rodeado de huesos, trapos y botes. Hedía a los mil demonios, una mezcla de azufre con huevo podrido. Mi vecino --Lucio-- me explicó que el Rocky probablemente se había tragado una rata envenenada. El muy pecaminoso no se conformó con la dieta vegetariana que le impuso Bimala, sino que en su instinto animal incluso se había devorado a la rata, y tuvo que sufrir ese karma.
Y a los pocos días de que falleció el Rocky, también falleció la Rasa. La dieta vegetariana no le dio las defensas necesarias para soportar la embestida de un rotavirus. La pobre perrita se puso triste, triste. Bimala quería curarla con té de manzanilla, pero yo le exigí que la llevara al veterinario. El veterinario le hizo la lucha pero fue demasiado tarde para poder salvarla y murió por no entender que la dieta vegetariana era, según Bimala, lo mejor para ella.