martes, noviembre 10, 2009

Las Caídas de Hridayananda


por Aniruddha das

Queridos devotos, podría darles una extensa narración sobre la caída de Hridayananda con una dama discípula suya llamada Devamrta, una atractiva mujer de Brasil que Rocana das mencionó recientemente en su artículo “Aparadhi a la Orden de Sannyasa”.

Yo era su sirviente personal durante esa época y fui testigo presencial de ese lance amoroso escandaloso. A reserva de escribir una narración más detallada, voy a relatar los siguientes incidentes para refutar la defensa ciega que Chandrabhanu das hace de Hridayananda.

Hridayananda le ordenó a Brahmatirtha que instalara una línea telefónica personal a la habitación de Devamrta en el así llamado Edificio Vaikuntha de Govinda, para que se pudiera comunicar de manera directa y privada con ella todo el tiempo. Él se pasaba horas y más horas hablando con esta mujer, ya fuera en persona o por teléfono. Yo contaba las horas que pasaba asociándose con esta mujer, y muchos días se pasaba ocho horas hablando directamente con ella o por télefono y cartas. Este debe ser un récord para un supuesto sannyasi.

Recuerdo perfectamente (pues se me quedó grabado en la mente) que un día Hridayananda se levantó a las 4:00 am y le llamó de inmediato a Devamrta. Yo lo asistía y observaba todo el tiempo. Así que, este día particular estuvo al teléfono con ella por más de tres horas y media, durante todo el brahma-muhurta. Para que yo no pudiera escuchar los detalles de esa conversación, me pidió que abandonara la habitación y le pusiera seguro a la puerta. Estuve esperando todo ese tiempo con ansiedad pues, como buen sirviente, quería proteger a Hridayananda de la actitud sugestiva de esta mujer. Pero en realidad, el responsable de establecer y mantener esta relación íntima era el mismo Hridayananda.

En el condominio donde vivía, Hridayananda se levantaba muchas noches perturbado. Estaba tan absorto con esta mujer que se le olvidó tomar medidas “preventivas” elementales. Yo cuando me despertaba me dedicaba a atenderlo (alistaba sus ropas, etc.) y de allí me iba al baño a hacer limpieza. En esas ocasiones encontraba mojadas sus kaupinas [calzón monástico], que emanaban un olor particular a semen. Estos sueños mojados eran obviamente el resultado de estar agitado sexualmente por su asociación con esta mujer. ¡Y este supuesto “acharya” estaba traduciendo el Décimo Canto “para el bienestar de todas las almas condicionadas”!

Decepcionado y triste me ponía a lavar los kaupinas manchados de semen. Sí, poco tiempo después de esto dejé para siempre la compañía de este hombre.


Cuando Hirdayananda hablaba con esta mujer era muy frívolo, haciendo chistes y relacionándose con ella como si fueran amantes. A veces le decía “monstrua” o “bonitinha” [portugués de "muy bonita"] cuando estaban solos, aunque a veces yo estaba cerca y lo escuchaba.

Yo le daba masaje a Hridayananda diariamente, en ocasiones hasta 3 veces. Cuando ciertas veces le estaba dando masaje en el condominio, él llamaba a esta mujer y hacia que se sentara directamente en frente de él. Ella se sentaba en una estera apenas a 2 metros de distancia, y él sólo vestía una gamsha. Yo siempre iniciaba los masajes detrás de él, mis manos concentradas en su cabeza y espalda. Pero el movimiento causado por el masaje siempre hacía que se subiera la gamsha y quedaba expuesta su zona genital apenas cubierta por la kaupina.

Esta mujer trataba sin éxito de no ver directamente la masa genital, pero eso era obviamente imposible. Para rectificar la situación yo volteaba y ponía en frente de él y deliberadamente la bajaba la gamsha para cubrirlo de nuevo aunque fuera hasta las rodillas. Pero la gamsha de nuevo se recorrería inevitablemente para exhibir las partes íntimas de Hridayananda ante los ojos de esta mujer.

Todo hombre sabe que este es un juego sexual sutil. El grado de agitación sexual entre estos dos no era sólo evidente sino desvergonzado. Yo prevenía a Hridayananda: “Cuídate de las intenciones de esta mujer”. Algunas veces me respondió: “Si estuvieras en mi lugar te sentirías sobrecogido por la lujuria. Y estás proyectando eso en mí”.

Una vez le dije: “Esta relación puede arruinar tu reputación. Tú estás traduciendo el Srimad-Bhagavatam, y a los devotos les gustaría que te comportaras como un maestro espiritual auténtico”. Nunca me hizo caso. También se burlaba de de las quejas en contra suya de parte de hermanos espirituales bien intencionados pero preocupados y de sus seguidores. Él sólo dejó de asociarse públicamente con esta mujer (a quien ahora veo como más como una víctima que alguien que trataba de que cayera este supuesto guru) hasta que Gopiparanadhana y Dravida lo amenazaron con ya no trabajar con él respectivamente en la traducción y redacción del Bhagavatam.

Hridayananda podía ver que yo estaba actuando como un guardaespaldas leal, para protegerlo todo el tiempo de esta mujer, así que me mantenía en guardia todo el tiempo porque así tendría un tercero que podía confirmar que “él no estaba haciendo nada malo”.

Estoy actualmente en India y dos veces he tenido que reiniciar este texto porque se fue la electricidad. Podría escribir un libro entero sobre la saga de Hridayananda y Devamrta. Sin embargo, cualquier devoto brahmínico que quiera llegar a la conclusión correcta sobre el estatus de Hridayananda, tendrá suficiente con lo dicho aquí. Esta reseña es similar a las fotos de Hridayananda que Harinamananda publicó en el Sampradaya Sun.

Esta es una historia triste pero verídica que debe conocerse para que los devotos de todo el mundo sepan quién es el verdadero Hridayananda, directamente de parte de alguien que fue su sirviente personal por más de cinco años —y de parte de alguien que no es un hincha fanático de Iskcon.


Lo detalles que he presentado aquí son ciertos, y estoy dispuesto a repetir esta historia en frente de Srila Prabhupada, las Deidades y la GBC.

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