sábado, enero 03, 2009

Gurus de Peluche # 1

por Astika dasa

Narasingha significa mitad hombre / mitad león. Narasingha es el título que Srila Sridhara Swami le dio a Jagatguru Swami, luego que éste, decepcionado de los malos manejos administrativos de sus hermanos espirituales, abandonó ISKCON —la misión que fundara en Nueva York, en 1965, su maestro espiritual A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada— y buscó refugio en la misión Sri Caitanya Sarasvata Matha.

La primera vez que visité la India, en marzo de 1977, al descender del autobús que me transportó de Calcuta a Mayapur, el primer devoto occidental que divisé en el Holy Dham fue precisamente Jagatguru Swami. En ese entonces él era un flamante sannyasi que apenas el año anterior había recibido la orden de renunciación de parte de Srila Prabhupada. Recuerdo que calzaba vistosas sandalias hindus de madera, y en el antebrazo llevaba ceñido un kavacha —que es un pequeño adminículo de plata que contiene tierra del santo dham.

Su personalidad era la de un hombre inquieto, extravagante, no precisamente sumiso. De no haber sido rescatado de las redes de maya por el movimiento de SKT de Caitanya Mahaprabhu, seguramente hubiera sido un aguerrido hombre de negocios.

En la víspera de mi primer viaje a la India, los devotos de México Mandir me recomendaron que al pasar por Nueva York comprara algunos adminículos electrónicos pues los hindúes se atraen poderosamente a esa clase de cachivaches y fácilmente se puede negociar con ellos. Siguiendo el consejo de los devotos mexicanos, en Nueva York compré una grabadora Sony. Curiosamente, no fueron los hindúes quienes me compraron la grabadora Sony, sino que fue precisamente Jagatguru quien me compró el aparato con la intención de a su vez negociarlo más adelante.

En otra ocasión, mi hijo Sri Krishna Murari y yo visitamos Vrindaban, India. Murari asistió al Gurukula de Vrindaban desde los 8 hasta los 14 años. Cuando volvió conmigo a la India debía tener ya 18 años, y él deseaba volver a visitar el lugar sagrado que para él significaba tantas cosas. Para ese entonces yo ya había desertado de ISKCON y me asociaba con los devotos de la Sri Caitanya Sarasvata Matha, leía los libros de Su Divina Gracia Srila Sridhara Swami, y por lo tanto era indeseable en ISKCON, pues —según los devotos de ISKCON— todos aquellos devotos que viviéramos afuera de ISKCON, y que nos asociáramos con algún hermano de Srila Prabhupada, estábamos en maya.

Estando satanizados en ISKCON, Sri Krishna Murari y yo buscamos refugio en la Misión Caitanya. Jagatguru fue quien nos atendió en esa ocasión y, además de hospedarnos, nos invitó a asistir con él al Kumbhamela. Desgraciadamente no fuimos con él, pues teníamos programado un viaje a Navadwip para recibir darshan de su santidad Sridara Maharaj.

DE BRAHMACARI PESADO
A PROSPERO HOMBRE DE NEGOCIOS

Jagatguru y yo somos hermanos espirituales; los dos recibimos las dos iniciaciones de Srila Prabhupada. Sin embargo, él decidió hacer su residencia en India, donde ha vivido casi cuarenta años, y yo sigo viviendo en Occidente. Además, él recibió la orden de Sannyasa de Srila Prabhupada y yo sigo siendo un mal grihastra.

También tuve la oportunidad de revisar el hermoso libro «Kumbhamela» que es de la autoría de Narasingha Maharaj, el cual es una colección de maravillosas fotografías que le permiten al lector, así sea de manera parcial, conocer el principal festival religioso de la India. En algunas ocasiones también leí algunos números de la revista «Clarion Call», donde Narasingha Maharaj colaboraba.

De alguna forma Narasingha Maharaj y yo tenemos varias cosas en común, por eso me sentí muy contento cuando por teléfono RK me informó que Parvata Maharaj le había comunicado que el 29 y el 30 de diciembre del 2008, Narasingha Maharaja estaría de visita en la casa de Janardana Prabhu, en Huejutla, Hidalgo.

Janardana trabajo dos años como maestro de asrama en el Gurukula de México, del cual yo era el director. Recuerdo muy bien que una noche él y su esposa Bhadra tuvieron un agarre campal, y yo tuve que llevar a la terminal de autobuses a Prabhu Janardana y a su hijito Hrisikesa, quien en ese tiempo debe haber tenido dos años de edad.

Ya adolescente, Hrisikesa das visitó India en compañía de otros devotitos, Mandali Bhadra, Vidura Prabhu, Iswara das. De regreso de la India, me visitaron en mi casa del DF y muy emocionados me contaron algunas de sus experiencias. Seguramente en ese viaje Hrisikesa hizo amistad con Narasingha Maharaja.

Como RK fue sannyasi y vivió en Los Angeles, tuvo la oportunidad de convivir más que yo con Narasingha Maharaja. Me dice que viajaron juntos varias veces, en Hawaii e India, y RK le compró algunos cachivaches hindúes que muy orgulloso me mostraba a mí.

Por consiguiente, RK pensaba que la visita de Narasingha Maharaja a Huejutla representaba una excelente oportunidad para asociarnos. Me informó que del 27 al 29 de diciembre él asistiría a un retiro de meditación en Las Lomas de Chapultepec, pero que el 30 viajaría en su Jeep nuevo a Huejutla. También me informó que el martes 29, Narasingha Maharaja dictaría una conferencia, y que el miércoles 30 habría un picnic. Con su acostumbrada actitud antisolemne me confesó que él prefería asistir sólo al picnic. Acordamos que yo viajara en autobús a Huejutla. Él le envió un correo a Hrisikesa pidiéndole toda la información relacionada con la visita de Narasingha Swami a Huejutla.

ALGUNOS AROMAS EXTRAÑOS
COMIENZAN A PERCIBIRSE

RK me dio el teléfono de la casa de Hrisikesa diciéndome que me comunicara con él para informarme acerca del programa. Mi primera inquietud surgió cuando Ruth, la esposa de Hrisikesa, contestó el teléfono y al yo preguntarle acerca del programa relacionado con la visita del Swami, ella me confesó que no estaba informada de nada. En sus respuestas a mis preguntas no se advertía la más mínima cordialidad. Le pedí el teléfono de su suegro, Janardana, y me respondió que no lo sabía.

Era completamente extraño que después de 7 años de matrimonio con Hrisikesa (a quien conoció mediante el internet) no supiera el teléfono de su suegro. Sobre todo cuando viven en un pueblito de 50,000 habitantes (claro que la densidad de la población no es proporcionalmente inverso al nivel de comunicación entre la gente, pues en megalópolis como el DF y Nueva York mucha gente sabe perfectamente el # telefónico de sus familiares).

Ruth me pidió esperar en línea mientras buscaba el # telefónico de su suegro. Mientras buscaba el # telefónico se escuchaba como si estuviera revolviendo una canasta llena de papeles. Después de su afanosa búsqueda me dio un número telefónico. Le pregunté que cómo estaba el clima en Huejutla, y de mala gana me respondió que caluroso. Marqué al # telefónico que Ruth me acababa de dar; contestó una voz adolescente y me dijo que no conocían a ningún Janardana.

Para llegar a Huejutla por autobús primero hay que viajar una hora por una excelente autopista a La Bella Airosa (Pachuca), y luego serpentear durante 6 horas de subida por una carretera sinuosa y estrecha, y luego de la misma forma ondulante bajar otra hora. Cuando le pregunté a Hrisikesa por la mejor línea de autobuses, él le puso tres palomitas de excelencia a ADO. Sin embargo, como era la temporada de fin de año en ADO no había asientos, y tuve que viajar hasta Pachuca por Estrella Blanca, y en otro autobús de la misma línea hasta Huejutla.

Al internarme por la Huasteca Hidalguense y recordar la película de Cuarón que había visto la noche anterior en un cine de Perisur, pensaba que películas como «Rudo y Cursi» no logran captar la realidad de la población asiática y surrealista de este país, y se quedan en pálidos intentos de mentes fresas de la Zona Rosa por concebir una realidad tan compleja como la mexicana.

Lo bueno de haber escogido Estrella Blanca y no ADO, es que cuando pregunté en la estación de autobuses por la dirección de Janardana, mi interlocutor me respondió: “Nomás cruce la calle, coja el callejón que está junto a la taquería, y como a cien metros, en el portón verde, ahí mero es”.

La casa de Janardana das es un verdadero palacio hindú, un bunker esotérico de cuatro pisos. En la planta baja, al cruzar la verja, está la casa del perro guardián, un pastor alemán que está encadenado a su perrera, y que al ver entrar a uno no se inmuta; en seguida hay una casa muy modesta, típica de la región, en la cual vive el patriarca de la familia Hernández —el papá de Janardana—, un anciano de 104 años de edad. Enfrente de la casa del patriarca de la familia Hernández hay una estancia rústica, con piso de finito, con techo de palma, una mecedora, un mostrador y un teléfono para atender los pedidos de los clientes. Al fondo de la planta baja del bunker está la panadería de Janardana, “La Panadería Casera”. En una flotilla de camionetitas Nissan con su camper, surten de pan a los restaurantes, cafeterías, y panaderías de la población.

Tan pronto ingresé al bunker de Prabhu Janardana, varios panaderos se me acercaron para interrogarme. Cuando les aclare que era amigo del patrón y que venía de visita, suavizaron sus rostros adustos y señalaron hacia una enorme puerta de madera fina y pesada que conducía al interior de la casa. Éste era muy opulento y contrastaba notablemente con el ambiente de miseria y carencias que se respira por las calles de Huejutla. La construcción estilo hindú es muy sólida. Los muros deben medir 5 ó 6 metros de altura; son muy blancos; los entrepaños de los muebles son de madera fina, parecen de caoba; en la cocina, varias muchachas muy jovencitas, vestidas con el atuendo típico de la región, hablaban en nahuatl y reían todo el tiempo. Contar con un ejército de mucamas indígenas es un lujo que no se puede dar ni Obama.

Janardana Prabhu debe haber aumentado treinta o cuarenta kilos durante los treinta años que han pasado desde que trabajaba conmigo en el Gurukula de Guadalajara; ataviado con kurta y dhoti blanco, luce como un Maharaja hindú —en México en vez de decir maharaj, todo mundo dice “marajá”, seguramente por comodidad eufónica— que sin ninguna dificultad podría entrar al templo del Señor Jaggannath, en Orissa. A mataji Bhadra, la esposa de Janardana das, le dio mucho gusto verme después de 5 años.

Janardana das le pidió a Bhadra y a la servidumbre aborigen que me sirvieran prasadam. En un plato grande de acero inoxidable me sirvieron dos subjis y un arroz blanco, y en un platito hondo me sirvieron el postre, un exquisito flan con piñones y pasas. El suntuoso banquete de prasadam bien compensaba la austeridad del viaje del D.F. a Huejutla, Hidalgo, en el corazón de la Huasteca Hidalguense que había durado casi 8 horas.

Janardan Prabhu lucía radiante por ser el anfitrión de tres distinguidos vaisnavas —Narasingha Maharaj, Mahadava Maharaj, quien es su discípulo, y Jayadev Prabhu, discípulo de Srila Prabhupada. Cuando le pregunté por sus huéspedes a Prabhu Janardana, él me respondió que ya se habían retirado a sus habitaciones, que después de un largo viaje internacional estaban fatigados.

Durante la sobremesa Janardana Prabhu hizo una apología de la personalidad de Narasingha Maharaj: “El es un devoto muy avanzado y no se comporta como los devotos de ISKCON de otra época; nuestra relación es muy familiar; todo el ambiente es muy relajado”. Luego llevándose ambas manos al lado de su cara estilo entre nahuatl y morisco-hindú, añadió: “Maharaja posee una visión muy amplia, muy generosa, no es rígido como la cosa era antes”. “Es más —muy entusiasta añadió Janardana—, en el sur de la India Maharaj tiene un asrama muy bonito; este año mis hijas estuvieron por alla- En el asrama tiene instalaciones de primera clase; él mismo da clases de natación y de surfing”. Janardana dijo esto último con el éxtasis que antiguamente se hubiera dicho: “Maharaja distribuyo doscientos «Bhagavad-gitas» pasta dura”.

Cuando Janardana das mencionó las clases de surfing, que en su asrama del sur de la India daba Maharajá Narasingha, recordé una de las 18 caminatas que componen el libro «La Vida Proviene de la Vida», donde —al observar surfeando en las olas de la costa de California a unos jóvenes— Srila Prabhupada pregunta: “¿Qué es lo que están haciendo ellos?”. Uno de sus discípulos le responde; “Están surfeando”. A lo que Srila Prabhupada responde: “Ellos no están surfeando, ellos están sufriendo”.

En ese momento recordé que en mi maletín llevaba «El Periódico de Saltillo», una publicación mensual que publica mis artículos. Le comenté a Janardana que yo recordaba que a su hijo Hrisikesa le interesaba el periodismo, y que me gustaría conocer su opinión sobre mi articulo “El Tec. de Monterrey y el Quijote”, que apareció en su última edición. Janardana me respondió que a la que le gustaban ese tipo de publicaciones era a su esposa, la madre Bhadra. Entregándole el periodiquito a la mataji Bhadra, le señalé la página donde aparece mi artículo, y le pedí que lo leyera, que me diera su opinión, y que me lo regresara, pues necesitaba la referencia del correo electrónico del periodiquito. La madre, de muy buena gana, cogió el periodiquito, prometió leer mi artículo, darme su opinión y al día siguiente regresármelo.

Antes de despedirme de Prabhu Janardana le pregunté cuál sería el programa del día siguiente. Él me dijo que todo era muy informal, muy familiar, que todavía no había nada establecido; sin embargo, me aconsejo que no llegara muy temprano: “Yo trabajo casi toda la noche, y me levanto hasta las 10 de la mañana”.

EL SADHANA ES PARA PRINCIPIANTES,
NO PARA LAS ALMAS AVANZADAS

Tengo la costumbre de salir a caminar todas las mañanas a las 6.30, y bajé desde el cuarto piso del Hotel Plaza hasta la recepción para de allí caminar por los alrededores de Huejutla cantando el santo nombre de Krishna. Ingenuamente le pregunté a Eliseo, el recepciónista del Hotel Plaza, si habría alrededor algún lugar solitario donde yo pudiera meditar. Él me sugirió que caminara hacia el centro del pueblo; yo pensé que a esa hora la gente comienza a caminar y que mejor sería caminar en la dirección contraria. Cuando le revelé mi mente a Eliseo, éste me dijo: “No, allá es muy peligroso. Hay muchos que se drogan; mejor camine hacia allá, y con su índice señaló hacia el centro de Huejutla”.

A pesar de que llevo más de treinta años cantando el santo nombre, la mente no deja de atacarme. En «El Bhagavad gita Tal Como Es», Srila Prabhupada explica que nuestra mente puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo. Y, en realidad, el canto del santo nombre es una forma de aquietar la mente, de hacerla nuestra amiga. Mas al ver las destartaladas calles de Huejutla —horadadas, diría un amigo culto—, le daba gracias a Krishna que tres de mis cuatro hijos no vivan en este país. De cada poste de luz colgaban pregones mostrando a los candidatos de los tres partidos políticos: “Para que ganes más, vota por tal y tal”, “Para que Vivas Mejor”, “Por un Nuevo Huejutla”. La misma cantaleta desde hace siglos, y sin embargo cada día hay más ansiedad, menos cordura, y más desesperanza entre la gente. Después de caminar 8 ó 10 cuadras se acababa el centro del pueblo y comenzaban los suburbios. Las construcciones eran muy elementales; aún se ven muchos huertos con naranjos, papayos y otros árboles propios de la Huasteca. En realidad, comparado con la mayoría de la población hidalguense, Janardana Prabhu vive como un emperador.

A mi lado pasaban campesinos que vestían pantalones y blusas de manta cruda y calzaban huaraches. Cuando yo, en español, les daba los buenos días, ellos respondían en un español que denotaba que no era su lengua madre. Ellos aún no ingresan al mundo de los aparentes problemas por no hablar varios idiomas, por no leer tantos libros anualmente, y por no poseer computadora. El paisaje en la Huasteca Hidalguense es hermosísimo. En medio de colinas circundantes, Huejutla aparece sacado de un cuento de hadas. Sin embargo, en esa villita de apariencia bucólica hay tráfico de drogas, corrupción política, prostitución, alcoholismo, analfabetismo, un deseo incontrolable por abandonar esa aparente tranquilidad bucólica y trasladarse al espejismo de las grandes ciudades, o de pasar a USA.

EL SERVICIO DEVOCIONAL MEZCLADO

No dejo de seguir identificándome con el cuerpo. Aún me es imposible trascender mi condición de mexicano. Me gustaría llegar a cantar puramente el santo nombre. Lo que me consuela es que mi maestro espiritual dice que sólo hay una manera de perfeccionar el santo nombre de Krishna, y esa manera es seguir cantando. Por esa razón, yo decidí cantar diariamente 18 rondas, y no las 16 reglamentarias. A pesar de que los devotos de la Sri Caitanya Sarasvata Matha declaran que no hay que atormentarse —que si uno es incapaz de cantar 16 rondas, por lo menos debe cantar 4—, también afirman que es más efectivo cantar sinceramente aunque sea una sola vez el santo nombre que cantar como perico 16 rondas.

Srila Sridhara Swami en alguno de sus maravillosos libros dice que cantar mecánicamente equivale a disparar con balas de salva. Estas y otras elucubraciones similares me atacan mientras canto el santo nombre. Aunque sería mejor parar el flujo de conciencia y únicamente repetir puramente HARE KRISHNA, HARE KRISHNA, KRISHNA, KRISHNA, HARE HARE, HARE RAMA, HARE RAMA, RAMA RAMA, HARE HARE. De cualquier forma prefiero esta clase de elucubraciones a perder el tiempo sentado frente a la TV.

LA MISMA HISTORIA DE TODOS LOS MATHS

En la casa de Janardan Prabhu todavía todo estaba muy quieto cuando llegué a las 9 de la mañana. Sólo en la cocina había movimiento. Tres jovencitas —no la servidumbre nahuatl, sino una de las hijas de Janardan Prabhu, su nuera y una invitada— y un jovencito, muy concentrados cocinaban el almuerzo para los distinguidos huéspedes. Les saludé en voz alta pero ellos respondieron mi saludo de forma displicente. Después de todo, yo no formaba parte de la comitiva de huéspedes distinguidos. Yo desconozco si los ufanos bhaktas sabían que yo soy discípulo de Srila Prabhupada, que durante 6 años dirigí el gurukula de México, que Prabhu Janardana trabajó bajo mi dirección dos años en el Gurukula, que en «El Srimad Bhagavatam» se dice que cuando alguien llega a tu casa, incluso si es tu enemigo, se le debe ofrecer una estera de paja y un vaso de agua.

Sin embargo, los hacendosos bhaktas me miraban con tanta desconfianza, con tanta reticencia, que yo comencé a sospechar que mi presencia era indeseable en el satsanga de Huejutla. En ese momento me di cuenta que Parvata Maharaj cometió una grave indiscreción al informarle a RK de la convivencia en Huejutla, pues RK entendió que se trataba de un programa de prédica y no de una reunión privada entre la familia Hernández —o sea la familia de Janardana Prabhu (o Chucho, como de cariño le dice su familia)— y Narasingha Swami, Madhava Swami, Jajadeva Prabhu, y el propio Parvata Swami.

En «Sri Guru y Su Gracia», Srila Sridhara Swami dice que para el guru es más agradable reunirse en privado con sus discípulos, sin la presencia de sus hermanos espirituales, porque los discípulos lo ven como el representante de Krishna. En cambio el hermano espiritual lo trata de tú a tú, y eso puede confundir a los discípulos.

La misma actitud celosa, reticente que mostraban los jóvenes que preparaban el almuerzo de Narasingha Maharaj, la he observado en los discípulos de Govinda Maharaj, de Paramadwaiti Maharaj y de Asrama Swami. Todos los grupos de vaisnavas que conozco actúan de la misma forma porque en entrenamiento es similar.

Eventualmente yo asisto a desayunar con un grupo de amigos karmis que se reúnen los sábados en el mezzanine de Sanborns de Insurgentes (cerca del Teatro de los Insurgentes). El Grupo se llama GANAS (Gente de Alto Nivel Amigos de los Sábados). Cuando me ven llegar, a pesar de que saben que soy Hare Krishna, que no como carne, ni huevo, ni pescado, que no pertenezco —como ellos— a ningún partido político, a pesar de todas esas diferencias, cuando eventualmente me aparezco en esas reuniones, todos esos KARMIS, COMEPERROS, y DEMONIOS, se llenan de júbilo, me abrazan, me preguntan por qué me había ausentado durante tiempo.

En cambio, cuando los devotos me ven llegar, se sienten ofuscados porque saben que —a diferencia de muchos de ellos— yo regularmente leo la literatura vaisnava, canto diariamente 18 rondas; hago todas esas cosas que a pesar de que Srila Prabhupada las recomendó, a ellos les resultan odiosas.

Para los karmis, yo resulto ser un personaje interesante y curioso; muchas veces, después de que escuchó durante horas sus propuestas para arreglar el mundo, ellos me preguntan: “¿Y tu qué opinas?”. Y cuando opino me prestan mucha atención. En cambio, a los devotos les molesta mi presencia porque saben que leo los libros de Srila Prabhupada, que poseo un pensamiento independiente, que no soy borrego como ellos —que rechazaron la borregada de los karmis para sumarse a la borregada de los Hare Krishnas.

LA VERDAD NO PECA PERO INCOMODA

Curiosamente, entre los jóvenes que preparaban el almuerzo de los visitantes a la casa de Prabhu Janardana estaba Ruth —la esposa de Hrisikesa— quien un día antes, por teléfono, me había dicho que ella no estaba enterada del programa. No me pidieron que me sentara, no me ofrecieron nada de comer, me vieron con desconfianza. Cuando les volví a preguntar cuál era el programa, me respondieron que Maharaja estaba indispuesto. Esa misma respuesta la he escuchado miles de veces entre los discípulos de los gurus del movimiento Hare Krishna ¿Por qué todos los Maharajas del mundo siempre están indispuestos? Si Srila Prabhupada hubiera estado indispuesto nunca hubiera viajado; hubiera permanecido en Calcuta comiendo chapatis. Pero si eso hubiera sucedido y Srila Prabhupada jamás hubiera venido a Occidente, muchos de estos Maharajas que ahora se sienten indispuestos, estarían desempleados y homeless en el mundo material.

Pero para su buena fortuna, Srila Prabhupada nunca o casi nunca se sintió indispuesto. En el «Diario Trascendental» de Hari Sauri leemos que en su último viaje de Nueva York a Londres, Srila Prabhupada ya tenía ochenta años y su salud era muy precaria. Toda la noche viajó recostado, enfermo, en su asiento. Pero la enfermedad no lo arredró, y aún enfermo aceptó la invitación que le hizo Bhagavan das de ir a predicar a la granja de Francia. Prabhupada nunca dio su brazo a torcer.

Como no hubo ninguna invitación de parte de los devotos a comer prasadam, decidí meterme a comer bhoga en el restaurante Galván. Volví de nueva cuenta a la casa de Prabhu Janardana a las 11 de la mañana. En la mesa de honor estaban los anfitriones y los huéspedes distinguidos. Cuando me vieron entrar al comedor, Parvata Maharaj exclamó en voz alta: “Astika Prabhuji”, para que todo mundo se enterara de la identidad del intruso que venía a perturbar el opíparo almuerzo. Me senté junto a Narasingha Maharaja, y al ponerme a platicar con él en inglés le conté la anécdota de la grabadora Sony. Sorprendido, reconoció que en ese tiempo él buscaba gangas entre los visitantes para hacer negocios. Me di cuenta que él no se acordaba de mí, y parecía no hacerle mucha gracia mi súbita aparición. Le conté como él fue el primer devoto occidental que divisé desde el autobús la primera vez que llegué a Mayapur.

(Continuará)

3 comentarios:

  1. Agradezco todos los comentarios hacia mi familia y la graciosa y jocosa cronica huejutlense.
    Saludos.
    Hrisikesa das

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  2. Mejor optar siguiendo el ejemplo de Sri Mahatma Vidhura cuando avandona difinitivamente el palacio de los Kurus.Sri Chanakya Pandit dice que uno nunca tiene que estar donde no es Bienvenido.

    Sinceramente me gusta mas una pelicula de Cantinflas..

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  3. Todas las glorias a su Divina Grancia Srila A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada.

    Reverencias Prabhu, hace poco he empezado a leer parte por parte las publicaciones que existen en esta pagina y hay momentos en los que he sonreido solo, pues la forma de redactar de ustedes en algunas partes es muy graciosa, me gusta.

    Mi simple comentario en esta entrada, es que en un templo se debe atender amorosamente a los que llegan, independientemente de si son "devotos mayores, Sannyasis, Gurus, Bhaktas, Karmis, o lo que sea", al punto que quiero llegar es que conosco templos de diferentes maestros espirituales y en algunos son muy amorosos y en otros no tanto, pero no se le puede hechar la culpa al padre por que uno de sus hijos no actua en forma debida, es decir, no podriamos culpar a su Divina Gracia Srila Prabhupada por nuestro indebido comportamiento.

    Hare Krsna queridos devotos.

    Att: este debil ofensor.

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